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((**Es8.357**) Habían acudido los directores de Mirabello y Lanzo, cada uno con un alumno en representación de su colegio. No se repitió la velada la tarde del 24, como se hizo uno o dos años después y, luego, siempre. Don Bosco se retiró a su habitación. Llevaba ya en la cabeza un proyecto, el de fundar un instituto femenino, destinado a la educación de las muchachas y a ayudar a los Salesianos en su misión. Comunicó su pensamiento al Director de Lanzo, el cual escribió inmediatamente lo que había oído. He aquí su relación: <>En todas las barandillas de las ventanas del Oratorio había cientos de luces en lamparillas de colores. En medio del patio estaba la banda de música, que, de cuando en cuando, interpretaba las más suaves sinfonías. >>Don Bosco y yo nos acercamos a la ventana. Nos mirábamos el uno al otro, apoyados en el antepecho de la misma. El espectáculo era encantador; una alegría inefable llenaba los corazones. No se nos podía ver desde el patio, porque estábamos en la oscuridad; yo agitaba mi pañuelo blanco, de vez en cuando, fuera de la ventana y los muchachos al verlo, prorrumpían en un grito entusiasta: í Viva don Bosco! >>Don Bosco sonreía. Estuvimos largo rato sin ((**It8.417**)) proferir palabra, absortos en nuestros pensamientos, cuando yo exclamé: >>-Don Bosco íqué hermosa noche! >>Recuerda los sueños antiguos? íAquí están los muchachos, los sacerdotes y los clérigos que la Virgen le había prometido! >>-íQué bueno es el Señor!, me respondió don Bosco. >>-Han pasado ya casi veinte años sin que faltara nunca el pan a nadie, íse hizo todo sin tener nada! >>Qué es el hombre en estas obras? íSi fuese una empresa humana, ya hubiéramos fracasado cincuenta veces! >>-No lo dices todo; ímira qué rápidamente va creciendo nuestra Pía Sociedad en número y en obras! Todos los días decimos: íbasta, parémonos! Y una mano misteriosa nos empuja hacia adelante. >>Mientras hablaba, tenía la cara vuelta hacia la cúpula, que ya se levantaba, y recordando los antiguos sueños, fijaba sus ojos en ella que, envuelta en los blancos rayos de la luna, parecía una visión celeste. La mirada y el aspecto de don Bosco tenían en aquel instante (**Es8.357**))
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