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Un alumno de quinto curso, el mejor muchacho
del Colegio, estaba en cama gravemente enfermo. Se
llamaba Francisco Rapetti; su padre había obtenido
que fuera admitido como seminarista de la diócesis
de Alessandria y reclamado con ellos para la
exención del servicio militar. El día 21 Rapetti
quiso levantarse; pero, al caer de la tarde, como
no podía aguantarse en pie, volvió a la cama.
Al poco tiempo sintió tales espasmos que
parecía ((**It8.411**)) iba a
morir. Hubo alguno de casa que así lo creyó, y
hasta dijo que estaba muerto. Como la enfermería
estaba junto a la habitación que ocupaba don
Bosco, Vicente Provera, hermano de don Francisco,
Prefecto del Colegio, invitó al Siervo de Dios
para que fuera a dormir aquella noche en su casa
paterna.
Don Bosco apreciaba mucho al señor Provera y su
familia. No iba una sola vez a Mirabello que no le
hiciese una visita, y solía repetir que la familia
de don Bosco y la de Provera formaban una sola
cosa. Siempre que escribía al Director, le mandaba
un afectuoso saludo; y acostumbraba enviarle a él
y a los miembros de su familia una tarjetita o un
regalito personal, cuando hacía lo mismo con sus
jóvenes en Turín. Así que aceptó gustoso la
invitación.
Cuando entró en la casa se cerraron con llave
todas las puertas y se retiraron las llaves. Ahora
bien, sucedió un hecho, que nos lo narró Vicente
Provera, y lo confirmó en una carta Carolina
Provera, monjita de las Fieles Compañeras, escrita
desde París a don Evasio Rabagliatti, después de
la muerte de don Bosco.
...Desearía saber con exactitud el hecho de la
desaparición del venerando don Bosco en mi casa.
Verdaderamente no sabría decirle más de lo que ya
le he contado. Un día, ya atardecido, estábamos
esperando mi hermana Colombina y yo a que nuestro
hermano Vicente volviera del Colegio. En esto que
llegó jadeante y diciendo:
-Pronto, pronto, preparad cama y habitación; el
alumno enfermo en el cuarto vecino al de don
Bosco, ha muerto. No conviene que don Bosco pase
la noche en él. Ha aceptado venir a nuestra casa.
Así fue. Al día siguiente por la mañana me
levanté tempranito y las puertas de casa estaban
cerradas. Todos los de la familia andábamos de
puntillas evitando hacer el menor ruido, para no
interrumpir el sueño de don Bosco. Cuando he aquí
que, con extrañeza de nuestra parte, se presentó
hacia las seis uno del Seminario, que no sé quien
era, y nos dijo que don Bosco estaba allí
celebrando la santa misa.
-No es posible, le respondimos; aún no ha
salido de la habitación; ninguno de nosotros le ha
visto.
Las puertas se abrieron más tarde. Para salir,
don Bosco tenía que pasar forzosamente por una
habitación donde nos reuníanos los de la familia,
precisamente ((**It8.412**)) para
verle, darle los buenos días y recibir su
bendición. Por eso, estupefactos, nos repetimos,
unos a otros:
->>Cómo ha podido salir?
(**Es8.353**))
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