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quedó satisfecho y, desde hace algún tiempo, tengo
cada año la satisfacción de presentar cierto
número de candidatos al examen para la imposición
de la sotana. Algunos ya son sacerdotes. Por los
resultados en los exámenes y la ejemplar conducta
observada durante su tiempo de seminaristas, puede
ver el Superior Eclesiástico que las esperanzas no
fueron fallidas. Como estos jóvenes son en su
mayoría pobres, he debido recurrir hasta ahora a
la caridad de bienechores particulares que
actualmente no podrían continuar con su
beneficencia, por lo que me encuentro, muy a pesar
mío, en la necesidad de desistir de la formación
de unos sesenta jóvenes, cuya edad, ingenio,
índole y costumbres hacen esperar los mejores
resultados para el estado eclesiástico.
Por este motivo me dirijo a V. S. Ilma. y
Rvma., rogándole humildemente, pero con toda la
efusión del alma, se digne considerar benignamente
esta necesidad y auxiliarme para poder atender a
los clérigos que prestan aquí su asistencia, a los
maestros que enseñan y a los jóvenes que, en todo
o en parte, necesitan ayuda.
Estoy plenamente convencido de que en su bondad
favorecerá una obra que sólo tiende a suministrar
a la Iglesia buenos ministros y así promover el
bien de nuestra santa Religión Católica para mayor
gloria de Dios y bien de las almas.
Augurándole una gran recompensa del cielo, me
profeso con gratitud y aprecio
De V. S. Ilma. y Rvma.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
La respuesta del señor Vicario, que ya había
socorrido muchas veces al Oratorio, demuestra cuál
era la pobreza de la Curia de Turín por aquellos
días:
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Turín, 13 de junio de 1866
Muy reverendo Señor:
Si hay un centro que yo juzgue digno y
merecedor de favorables atenciones, o persona de
la que yo pueda decir otro tanto, es V. S. Ilma. y
el centro por usted sabiamente fundado y
administrado; por eso siento muchísimo no poder
acudir en su ayuda.
Pero las cosas son así. No cuento con capital
ni otros medios de fortuna. No tengo un céntimo de
rentas del Obispado, de la Curia, o del cargo de
Vicario Capitular. No gozo de la menor asignación
por cualquier despacho curial, ni honorarios, ni
entradas eventuales, ni derechos de firma. Por el
contrario, soy víctima de muchos gravámenes a los
que no estaría sujeto como simple canónigo, que es
mi única entrada.
No tengo al presente ninguna capellanía o
beneficio de mi colación y estoy bien dispuesto a
favorecer en esto a sus clérigos, pero he de
pensar en muchos otros, también muy dignos y
necesitados de ello. No puedo disponer, por
cierto, de las rentas de la Curia, que apenas si
llegan para satisfacer los bajos honorarios de los
empleados; por otra parte, y por razones que usted
puede muy bien conocer, estos réditos disminuyen
más cada día y, si sucediese que sobrara algo,
debo reservarlo para el Obispo sucesor, a quien
deberé rendir cuentas de los ingresos habidos
durante la sede vacante.
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