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CAPITULO XXXIV
DOS BOSCO PIDE FAVOR PARA SUS CLERIGOS AL VICARIO
CAPITULAR Y AL CANONIGO RECTOR DEL SEMINARIO DE
TURIN - VA A MIRABELLO - UN ALUMNO GRAVEMENTE
ENFERMO - UNA DESAPARICION INEXPLICABLE DE DON
BOSCO - LA LEY DE LA SUPRESION DE LAS ORDENES
RELIGIOSAS Y LA CONFISCACION DE LOS BIENES
ECLESIASTICOS ES APROBADA POR EL PARLAMENTO - DON
BOSCO OFRECE HOSPITALIDAD EN SUS CASAS A LOS
RELIGIOSOS DISPERSOS Y NECESITADOS
POR causa de la guerra se anticiparon los exámenes
y se cerraron las universidades y todas las
escuelas públicas. Sin embargo, don Bosco hizo que
en el Oratorio se celebraran los exámenes en el
tiempo establecido y se industrió para tener a su
lado durante las vacaciones el mayor número de
alumnos que le fuera posible, y hasta aceptó
alguno nuevo, recomendado por el Gobierno Civil de
Turín. Pese a sus dificultades económicas, la
mermada actividad de ciertos trabajos, la llamada
a filas de algunos jefes de taller, todos los
aprendices tuvieron pan y quehacer, dado que la
construcción de la iglesia pedía el trabajo de los
cerrajeros y carpinteros.
Pero el Siervo de Dios debía atender, además, a
los clérigos los cuales requerían gastos mayores.
Además de los inscritos en la Pía Sociedad,
mantenía gratuitamente a otros en el Oratorio,
desde hacía varios años; éstos pertenecían a
familias pobres y hacían sus estudios para
agregarse, una vez ordenados sacerdotes, al clero
de sus diócesis; y aún esperaba don Bosco a otros
seminaristas, que al acabar el curso, como no
tenían ((**It8.407**)) padres
para mantenerlos, eran recomendados a su caridad
durante el tiempo de las vacaciones. Para todos
pedía alguna ayuda al Vicario Capitular:
Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor:
La mengua de vocaciones eclesiásticas y la
necesidad de buenos sacerdotes son dos cosas tan
sentidas, que no es menester mencionarlas. Por
tanto, usted debe interesar a todos, y
especialmente a los miembros del Clero, a trabajar
con esmero para obviar esta necesidad. Yo también,
en mi pobreza, y animado por el deseo de hacer lo
que puedo, he escogido a algunos muchachos que,
por su ingenio y bondad de costumbres, daban
buenas esperanzas de éxito y los he puesto a
estudiar latín. El deseo
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