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el canónigo Pinoli, como procurador de V. E.,
provisto de su poder especial con el fin de
concluir después la segunda escritura, entre don
Bosco y el señor Paravía, y así poner término a
todo litigio.
Nunca me hubiese imaginado que dicha escritura
no recibiría la aprobación de V. E., tanto más
cuanto que resultaba que ya había sido básicamente
aceptada, y hasta en su forma precisa. Dejo a V.
E. pensar cuál sería mi sorpresa al ver que se me
devolvían las tres copias con la única firma del
canónigo Pinoli en nombre propio, con una carta
del mismo Pinoli, en la que, declinando la
facultad de estipular en nombre de V. E., se
limita a proponer que se tenga a don Bosco
relevado de cualquier molestia futura acerca de la
propiedad de las Lecturas Católicas.
Después de cuanto se había dicho y discutido
acerca de la propiedad de dichas Lecturas,
resultaba imposible aceptar una propuesta
semejante. La cesión debe hacerla el verdadero
propietario, o por lo menos, en su nombre, quien
tenga su especial mandato. Nadie hubiera podido
aconsejar a don Bosco aceptar tal propuesta y
mucho menos cargarse, por escritura pública, con
la deuda a Paravía de las cuatro mil doscientas
sesenta y cinco liras, sin haber obtenido antes la
cesión legal de la propiedad de las Lecturas
Católicas, y nadie podía reconocer como válida una
cesión, no hecha por el verdadero propietario de
las mismas o por quien fuese por él debidamente
autorizado para ello.
Sería necesario, por lo menos, algún escrito en
el que constase la renuncia que V. E. entendiese
hacer de la propiedad de estas Lecturas.
Este es el motivo de la mía, esto es, hacer
conocer a V. E. las distintas fases de las
gestiones y cómo todo me había autorizado a
llevarlas al punto en que se encuentran,
persuadido siempre de que V. E. tuviese la
decidida intención de renunciar a tal propiedad.
Ahora depende de su respuesta el poner fin a toda
esta cuestión. Si acepta la propuesta
conciliación, don Bosco hará sus negociaciones con
el señor Paravía y todo se habrá terminado; si no
la acepta, será imposible suspender por más tiempo
el pleito que seguirá su curso, con las
consecuencias que desgraciadamente son fáciles de
prever.
Le repito que he tomado la pluma con
repugnancia, pero he creído que debía hacerlo para
exponer el motivo de mi conducta en este asunto.
Todas las cartas que obran en mi poder,
relacionadas con el mismo, eran una razón para
corroborarme en la idea que de que las gestiones
procedían con su consentimiento. Trabajando en
este sentido se ha abierto un camino, tal vez el
único, para una pacífica solución.
Tal vez me haya equivocado, pero, si ha sido
así, no se me achaque a falta de buena voluntad;
he buscado conciliar todos los intereses y hacer
el papel de cada uno. Si no lo he conseguido,
paciencia; no tengo remordimiento ((**It8.392**)) de no
haber hecho cuanto de mí dependía. Mientras tanto,
pidiéndole perdón por esta larga molestia, y tal
vez también por mi gran atrevimiento, me es grato
profesarme con profunda veneración, etc...
CONDE CAYS
El Obispo no podía dejar de reconocer las
evidentes razones del Conde; pero aún esperó algún
tiempo, antes de estampar su firma.
(**Es8.337**))
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