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Aquí termina la primera fase de esta gestión en
la que siempre se cuestiono la propiedad, ya por
parte de Monseñor y del teólogo Valinotti, a don
Bosco, ya por parte de don Bosco a Monseñor solo.
La segunda parte empezó con la carta del
canónigo Pinoli, que me transmitió el teólogo
Valinotti el 20 de julio, en la que me rogaba
volver a empezar los tratos con don Bosco. Aquí
tal vez me equivoqué al no ((**It8.390**))
escribir primero a V. S. Ilma y Rvma. para que me
informara de sus precisas intenciones a este
propósito. Pero, como siempre se me hablaba en
interés de Monseñor, yo creí dotado al canónigo
Pinoli de poder legal o cuando menos de la
aprobación a propósito. Tal vez el que me escribía
sobre este asunto, quería allanar, primero, toda
dificultad para después hacer a V. E. la
comunicación oficial, cuando ya todo estuviese
acordado entre nosotros. Sea ello como fuere, yo
siempre fui autorizado para creer que las
gestiones se hacían en nombre de V. E. y que, por
tanto, gozaban de consentimiento de V. E. para la
cesión de las Lecturas Católicas, mediante las
indemnizaciones sobre las que se discutía.
La carta, pues, del canónigo Pinoli me
encargaba reanudar las gestiones de esta cesión a
don Bosco con las siguientes bases, a saber: que
don Bosco llegase a adquirir la propiedad absoluta
de las Lecturas Católicas a condición de que,
además de asumir la deuda con la empresa Paravía
de cuatro mil doscientas sesenta y cinco liras,
abonase a V. E. la cantidad de mil setencientas
liras como saldo de todo su haber, en vez de las
mil ciento sesenta y tres con ochenta y dos
céntimos, base de la primera propuesta.
Reemprendí de buen grado las gestiones con don
Bosco y en ellas no se trató más que del importe
de la suma a entregar a V. E. Rvma., la cual
finalmente se fijó en mil quinientas liras, por el
mismo canónigo Pinoli, quien, en su carta del 16
de agosto, así lo proponía cortando, como él
decía, por la mitad la diferencia entre la suma
por mí liquidada y su demanda anterior de mil
setecientas liras, y añadía: que me interesase
para que el pleito con Paravía acabase pronto sin
sentencia.
La proposición fue aceptada por don Bosco, con
la condición de pagar a V. E. dicha suma en tres
plazos de quinientas liras anuales y sin
intereses. Y así, hacia la mitad de septiembre, se
compiló el proyecto de cesión de las Lecturas
Católicas a don Bosco, por V. E. y el teólogo
Valinotti. Y don Bosco, apenas llegase mediante
él, a ser propietario de dichas Lecturas
Católicas, cargándose con el crédito de Paravía,
habría parado enseguida el pleito pendiente por
causa de la antigua deuda.
Todo parecía terminado y, según se me dijo, se
aceptaba la escritura por todos los interesados,
cuando he aquí que a fines de noviembre, me llegó
otra carta del canónigo Pinoli, con fecha del 20
de noviembre, en la que, lamentando la falta de
palabra de don Bosco, me daba a entender que la
estipulación del acta de cesión no se había podido
hacer por causa de diferencias surgidas para el
pago de los gastos del pleito y de los intereses
atrasados que la empresa Paravía pretendía y a los
cuales don Bosco no quería someterse. No tuve más
remedio que meterme otra vez, y después de muchas
palabras, también esta cuestión de gastos e
intereses se resolvió felizmente. Reemprendí
entonces las gestiones con Paravía y obtuve que se
suspendiese el pleito, quedando ya todo de acuerdo
entre don Bosco y Paravía. Sólo se esperaba que la
cesión de las Lecturas Católicas se hiciera
definitivamente mediante la aceptación y firma
((**It8.391**)) de la
misma convención del 16 de septiembre que, según
me decía el canónigo Pinoli, era aceptada por
todos.
Esta es precisamente la escritura de la que se
enviaron a Ivrea tres copias originales, firmadas
ya por Valinotti, para que lo fuesen también por
V. E. Rvma. o por
(**Es8.336**))
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