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El 22 de julio, desde su quinta de Casellette,
comunicaba el conde Cays la proposición a don
Bosco, quien, como ya hemos visto, estaba
dispuesto a asumir la deuda de Paravía con tal de
ser exonerado de todo otro pago. Pero el Siervo de
Dios no había hecho ninguna promesa sobre este
particular, ni se podía pretender que se atuviese
a una simple proposición cuando ésta no sólo no
había sido aceptada por la parte contraria, sino
que venía gravada con nuevas obligaciones. Por lo
tanto dirigió la siguiente carta al Conde.
Ilustrísimo señor Conde Cays:
Una serie de asuntos me han obligado a pasar
varios días fuera de casa y es éste el único
motivo por el que no he podido responder a su
atenta carta sobre el bendito asunto de las
Lecturas Católicas. Pensaba que, habiéndolo dejado
enteramente en manos de los árbitros escogidos por
el teólogo Valinotti y confirmados por carta de
monseñor Moreno, se debía resolver todo sin más
discusiones sobre las cuentas. Tanto más que, como
usted bien recuerda, hubo que aceptar todas las
deudas de los cinco primeros años sobre la
aserción verbal, ((**It8.382**)) sin
poder revisar los créditos; no se dieron las
cuentas del 1856, aunque estaban firmadas por el
teólogo Valinotti; yo no he llevado contabilidad
de lo gastado en viajes, correo, libros,
manutención de algunos jóvenes destinados a este
fin, que no es inferior a cinco mil liras. Se pasó
todo esto por alto para llegar a un arreglo. Usted
proponía que yo aceptase la deuda con Paravía por
las Lecturas Católicas; o bien que la aceptase el
señor Obispo, sin hablar más de otros intereses.
Yo lo acepté totalmente y todavía lo acepto. Ahora
se proponen otras nuevas condiciones y además el
canónigo Pinoli me califica en su carta con
expresiones que yo ciertamente no usuaría nunca
contra él.
Se me dice que voy creando siempre nuevas
dificultades. Usted sabe, señor Conde, si yo he
mudado o modificado una sola vez lo propuesto,
excepción hecha de que no he contado para nada los
diez años que trabajo para las Lecturas Católicas.
Para demostrar que no he cambiado ni cambio una
tilde de los acuerdos tomados, repito que estoy
dispuesto a lavarme las manos de las Lecturas
Católicas y ceder todo a Monseñor; con tal de que
tome a su cargo la deuda con Paravía.
Por mi parte, renuevo lo dicho y tomo a mi
cargo la deuda a Paravía con las Lecturas
Católicas, sin ninguna otra obligación, si así
agrada. Si, no obstante, se quisiera poner término
a toda discusión, yo ofrecería mil liras a
Monseñor con tal de que esa deuda se extinga con
Lecturas Católicas o con otros libros que sean de
nuestra propiedad. Daría con gusto dinero contante
y sonante, pero no puedo hacerlo porque no lo
tengo.
Además, hablando francamente, señor Conde, yo
me creía que, habida cuenta de los muchos clérigos
y aspirantes de la diócesis de Ivrea que
estuvieron y están gratuitamente en esta casa en
favor de la misma diócesis, creía, digo, que no se
habría hilado tan delgado en materia de intereses.
Compadezca el contenido de esta carta, si acaso
encontrase alguna expresión menos comedida. Las
muchas ocupaciones, nuestras necesidades, los
muchos disturbios tenidos respectivamente, me han
hecho escribir un poco aprisa y, tal vez, algo
resentido.
(**Es8.329**))
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