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con el marqués de Birago; pero también las
suscripciones debían haber do una suma más que
suficiente para hacer frente a todas las
obligaciones.
A don Bosco le apremiaba bastante vencer toda
dificultad, solamente para asegurar la existencia
de sus Lecturas. Cuando he aquí que el Vicario
general de Ivrea, canónigo Pinoli, fue a Turín
para concertar una conciliación que, según dijo,
sería aceptada por su Obispo.
El motivo de este paso procedía de la
intimación del tipógrafo Paravía a monseñor Moreno
para que pagara la deuda de cuatro mil doscientas
sesenta y cinco liras, contraída por sus
representantes, para la impresión de las Lecturas
Católicas con anterioridad al 1864, es decir,
antes de que don Bosco reclamara para sí la
administración de las mismas. Pero, como eran tres
los que se presentaban como propietarios de
aquella asociación, precisaba deshacer toda duda y
comprobar el derecho de cada uno y también las
obligaciones.
El teólogo Valinotti había rogado al condeCays
de Giletta que aceptase ser árbitro de la
cuestión, presentándole como abogado legal asesor
a Deamicis.
El Conde aceptó el encargo y determinó que para
resolver el caso era absolutamente necesario, en
evitación de cualquier sombra de litigio ante los
tribunales, que la primera base de la avenencia
fuese la consolidación de la propiedad de las
Lecturas Católicas en uno solo de los tres que
declaraban ser propietarios. Sobre este último
cargaría la deuda con Paravía. Había que
determinar después, más o menos, lo que el
propietario ((**It8.376**)) final
debería ar a los dos copropietarios renunciantes.
El teólogo Valinotti declaró que, contento con la
satisfacción moral de haber contribuido con su
persona a una obra buena, como las Lecturas
Católicas, pedía solamente ser exonerado de
cualquier obligación con respecto a las cuentas
que se le presentasen desde el 1854 al 1864.
De este modo la resolución del problema se
restringía personalmente al Obispo y a don Bosco.
Se prefería consolidar la propiedad sólo en don
Bosco, porque si él aceptaba el resultado de las
cuentas presentadas, ya no era necesario volver a
una ulterior revisión de las que debían
presentarse del 1864 hasta aquel día, puesto que
éstas las tenía él mismo. Con esto no había más
que buscar, salvo la diferencia entre el crédito
de Monseñor con las Lecturas Católicas, y el de
las Lecturas Católicas con el Obispo. Pero eran
cuentas aproximativas, dado que la contabilidad
llevada era muy inexacta.
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