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((**Es8.319**) esta publicación, se habría continuado, como efectivamente se hizo, relatando las maravillas que la Virgen, bajo el título de Auxiliadora, obraría en su nuevo Santuario en favor de sus devotos. Por eso don Celestino Durando se había presentado a su profesor y amigo Tomás Vallauri, rogándole insertara en la Unidad Católica el manuscrito de la gracia. Por aquel entonces ((**It8.370**)) aún no tenía el teólogo Margotti las íntimas relaciones que posteriormente mantuvo con el Oratorio. El profesor Vallauri, que era colaborador de la Unidad Católica, accedió a las instancias de Durando, diciendo que por su parte no había ninguna dificultad; pero que hablaría de ello con Margotti. El Teólogo leyó la relación, pero no quiso imprimirla, si antes no obtenía la aprobación de la autoridad eclesiástica. En consecuencia, devolvieron la carta con la noticia de la condición propuesta a don Celestino Durando, el cual fue a visitar al canónigo Vogliotti, rogándole diese su visado; pero el Canónigo se negó a ello absolutamente. >>Qué hacer? Estaba en el Seminario entre los superiores el teólogo Olivero, gran amigo del Oratorio y muy influyente en el ánimo de Vogliotti. Acudió Durando a él y el teólogo Olivero convenció al Pro-Vicario para que condescendiera y estampara su firma. El artículo fue publicado tal y como lo trascribimos: íVIVA MARIA AUXILIADORA! Ilustrísimo señor Director: Movido por las muchas noticias que a diario leo en favor de nuestra Religión Católica en el prestigioso periódico de V. S., me animé a pedirle que publicase en las columnas del mismo la siguiente relación de una curación extraordinaria, diría, casi milagrosa, que obtuve por intercesión de María Auxiliadora. Hacía nueve meses que sufría un dolor que tenía aspecto de osificación gangrenosa y me hallaba en cama atormentado por la enfermedad y con agudos dolores. Una parte de la cabeza y el carrillo izquierdo, estaban afectadas por la voraz enfermedad. Acudimos a medicinas de toda clase, a médicos eminentes, en particular y en consulta; todo fue inútil. En lo único en lo que todos los peritos en medicina estaban de acuerdo era: en que si sobrevenía la supuración, la que ya se daba como inevitable, yo moriría instantáneamente, o de lo contrario igualmente sucumbiría a la violencia del mal muy en breve. Por lo tanto, en medio de dolores y tristeza, yo veía que la muerte se me acercaba día a día a grandes pasos, sin esperanza de poder retardar su fatal llegada. En aquel momento, en un rasgo de bondad, vino a visitarme el óptimo sacerdote don Juan Bosco y, después de haber oído la narración de la enfermedad, me dijo que algunos se habían encomendado a María Auxiliadora y habían ((**It8.371**)) obtenido extraordinarios favores, y me sugirió que hiciese una novena a esta celestial Madre y: -Si obtiene de María la curación, añadió, llevará después una ofrenda para continuar (**Es8.319**))
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