((**Es8.317**)
N. B. Recuérdese que, cuando llegue a Turín,
conviene prepare un suplente en la tipografía para
los casos en que usted esté ausente.
Al recordar las maravillas obradas por la
Virgen, además de la necesidad de desahogar su
inmenso afecto por la Madre de Dios, pretendía
ayudar al prójimo. Quería reavivar en todo el
mundo una confianza ilimitada en Aquélla que, en
medio de las angustias, de las tribulaciones, los
errores, los peligros de esta pobre vida mortal,
era y sería siempre la amorosa, la diligente, la
poderosa Auxiliadora.
Por mandado de María había él fundado su obra y
levantaba ahora una iglesia, sin cesar de indicar
la necesidad de los sacramentos que quitan el
pecado o preservan del mismo a las almas, ya que
el pecado hace desgraciados a los pueblos.
Tal era su misión y tenía de ello la seguridad
del cielo; mas, para alcanzar este fin, no bastaba
escribir o hablar privadamente. Había que poner en
práctica lo que enseña el Evangelio:
-Decid en pleno día lo que yo os digo en la
oscuridad; predicad sobre los tejados lo que se os
ha dicho ((**It8.368**)) al
oído.
Había que tocar las trompetas y hacer llegar su
sonido a todo el universo. íDar publicidad con la
imprenta! >>Cómo podía la gente amar lo que no
conocía: Voluntas non fertur in incognitum (la
voluntad no va a lo desconocido).
Y don Bosco tomó su resolución. Sabía muy bien
que su plan era una novedad, a la que no estaban
acostumbrados en Piamonte; preveía que los
propensos a pensar mal podían atribuirle miras
interesadas, de vanagloria y hasta de imprudente
desconsideración; que más de uno le criticaría de
fanatismo, que nacerían dificultades y
oposiciones, pero él no se amilanaba por tan poca
cosa y, por otra parte, estaba convencido de que
revelar y confesar la obra de Dios es encomiable
(Opera Dei revelare et confiteri honorificum est,
Tb. 12, 7). En efecto, desde los inicios encontró
dificultades: de estas y otras cosas daba noticia
al caballero Oreglia:
Carísimo señor Caballero:
El demonio mete enseguida los cuernos en las
obras del Señor. Apenas se imprimió el suceso del
señor Morelli, algunos periódicos empezaron a
hablar de él; su hijo, demócrata hasta los
tuétanos, estudiante en la Universidad, quiso que
el padre reparase el deshonor, que como él decía,
le caía encima y, sin decir nada, se presentó
amenazador en La Unidad Católica. Allí, sin
prevenirnos, insertó la rectificación del hecho
que admite por completo, pero afirma que su
publicación se hizo sin su orden y permiso. Esta
cláusula es errónea puesto que la relación que
tenemos en casa está firmada por él mismo y dice
precisamente: <(**Es8.317**))
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