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al menos en parte. La he leído a nuestros queridos
muchachos, quienes tuvieron una gran satisfacción
y le envían sus afectuosas expresiones de estima y
aprecio.
Me enviaron de Roma la cartita que le adjunto
para su norma y para dar gracias, cuando haya
lugar, al Cardenal Riario.
No sé si la Marquesa Patrizi es la misma a
quien ya escribí unas letras; si no lo es, y como
quiera que sea, le remito esta cartita en la que
digo que su piadosa intención será debidamente
atendida.
Diga a la condesa Calderari que, si le
escribiese más largo sobre el tema que ella me
había indicado, le ocasionaría angustia. Que tenga
la bondad de releer mi carta, que esté tranquila y
deje todo a mi cuidado.
Le sorprende a usted, señor Caballero, la
bondad y cortesía de S. E. el marqués Cavalletti,
Senador de Roma. No es ninguna novedad para mí. Ya
durante mi estancia en Roma, el llorado cardenal
Marini me habló muchas veces de la religiosidad,
caridad y celo de esta ilustre familia. Si tiene
ocasión de verlo de nuevo, preséntele los respetos
de mi gran veneración; en el pasado rogaba por él
en general, en adelante rogaré y haré rogar
expresamente por él y su familia. Dígale que la
divina Providencia le prepara un hermoso ramo de
rosas escogidas, mas para sujetarlas es preciso
que apriete las muchas espinas que esconden.
Dentro de poco lo sabrá todo. Ahora no puedo decir
más. Me encomiendo a sus devotas oraciones y las
de su familia, y el domingo pediré a los muchachos
que hagan la comunión según sus santas
intenciones.
Creo que usted no sabe todavía la novedad
acerca de la iglesia. Los cuarenta albañiles que
trabajaban han sido reducidos a ocho, por falta de
medios. Es éste un momento muy triste para
nosotros, por la imposibilidad en que se
encuentran nuestros habituales bienhechores.
Esperemos que el buen Dios envíe cuanto antes la
paz a los pueblos cristianos y que los súbditos
puedan unirse en derredor de su soberano para
dedicarse todos, con ánimo más tranquilo, a la
salvación del alma.
Anteayer, viernes, María Auxiliadora ha
obtenido una buena colecta.
Una señora, que hacía un año sufría de gota, y
no podía dar un paso por su pie, se encomendó a la
celeste Bienhechora e hizo una oración con toda su
familia en honor del Santísimo Sacramento del
altar. íQué más podía desear! íDios es bueno!
íDios es ((**It8.367**)) grande!
Terminábanse las oraciones y la bendición, cuando
la señora dejó las muletas, quedóse en pie y, con
maravilla de todos, se echó a andar con soltura.
Ayer fue a cumplir con sus devociones a Nuestra
Señora de la Consolación, y después vino a hacer
una valiosa limosna para la iglesia, que llegó muy
oportuna para pagar al maestro de obras, que
esperaba dinero. íBendita sea siempre la Madre del
Salvador!
Todos deseamos vivamente su retorno, pero
quédese en Roma hasta que haya satisfecho su
devoción y resuelto los asuntos que le conciernen.
Tenga la bondad de saludar de mi parte a
Monseñor, su hermano, al padre Oreglia, padre
Brunengo, padre Fantoni, a la familia Vitelleschi
y a nuestra bienhechora la marquesa Villarios con
su familia. Extienda estos saludos a monseñor
Manacorda y a quienes usted crea oportuno.
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea
siempre con nosotros. Amén.
Créame siempre
Turín, 21 de mayo de 1866.
Su
afectísimo amigo en Cristo
JUAN BOSCO, Pbro.
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