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para cederle el puesto. Pero él se colocó en un
rincón y allí permaneció inmóvil esperando que
pasasen los demás.
Don Bosco mitigaba su dolor, más aún, le
consolaba rodeándole de tantas atenciones, que más
tarde el buen Obispo decía a don Miguel Rúa y a
otros, que el tiempo más feliz de su vida lo había
pasado en el Oratorio. Casi diariamente invitaba
don Bosco a prelados o a personas distinguidas
para acompañarle a la mesa. Por medio de las
autoridades civiles y políticas de la ciudad, no
solamente logró que le levantaran los rigores del
domicilio forzoso, que le impedían salir fuera del
recinto, sino que el Gobierno Civil, haciéndose
responsable ante el Gobierno, le concedió amplia
libertad para ir donde quisiera dentro de un
amplísimo radio en torno a la ciudad de Turín.
El buen Prelado la aprovechó para ir a ver a
monseñor Ghilardi, Obispo de Mondoví, que lo
recibió echando las campanas al vuelo y lo tuvo
consigo unos días. Durante la estación calurosa,
don Bosco hizo que se hospedase en la quinta del
conde Felipe Radicati de Passerano, su insigne
bienhechor, Consejero del ((**It8.363**))
Gobierno Civil, que hacía las veces de Gobernador.
También la familia de los condes Appiano de
Castelletto, unida por vínculos de parentesco y de
fe cristiana al conde Radicati, andaba con él a
porfía para demostrar su veneración por el ilustre
exiliado.
Todos los que iban a conocerle quedaban
edificados de su virtud, de su paciencia, su
resignación y, sobre todo, de su singular
modestia, que unía a una vasta erudición y
profunda doctrina. Nunca estaba ocioso; guiado por
su celo apostólico, empleaba el tiempo confesando,
catequizando, confirmando y confiriendo las
sagradas órdenes en la iglesia del Oratorio, casi
como para hacer creer que la divina Providencia se
hubiese servido de quien le confinó al destierro
para prepararle una solemne justificación, más
aún, un triunfo.
Pocos días después de la llegada del Obispo de
Guastalla, don Bosco recibió un gran consuelo, más
deseado por él que cualquier fortuna; fue el de
leer las veneradas letras del Vicario de
Jesucristo.
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