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Sus treinta mil habitantes, además de la
multitud de muchachos que aquí acuden de varias
partes de la ciudad, echan de menos tal edificio
para cumplir sus deberes religiosos.
Movido por esta necesidad, he pensado emprender
esta empresa en un terreno exprofeso comprado para
ello, muy cerca del pequeño actual Oratorio de San
Francisco de Sales.
Pero como la falta de medios se oponía al
comienzo de los trabajos, Vuestra Excelencia, que
conoció la gravedad del caso por medio del Ecónomo
General, me animaba con la promesa de quince mil
liras, lo mismo que ya se había calculado para
otras iglesias de Turín.
Por otra parte, y ante el temor de que la
iglesia, una vez comenzada, no se pudiese
culminar, se destinaban solamente seis mil liras,
a pagar tres mil cuando apareciese el edificio a
flor de tierra, y tres mil cuando llegase a la
altura de cubrir aguas.
Además se me había prometido verbalmente que se
me entregarían las nueve mil liras restantes
cuando, terminados los trabajos señalados, hubiese
fundada esperanza de llegar a la conclusión del
edificio.
Ahora bien, todos estos trabajos han sido
terminados; los muros, el cornisamiento, la
techumbre, las arcadas internas están acabadas.
Pero ahora, más que nunca, se hace sentir la
necesidad de dinero, ya sea por haber recurrido
frecuentemente a las personas caritativas, ya sea
por la traslación de la Capital, por lo que se
tendrán grandes dificultades para continuar la
empresa comenzada, si V. E. no viene en mi ayuda.
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Ruégole, por tanto, tome bondadosamente en
consideración los miles de muchachos y la multitud
de ciudadanos que suspiran por el nuevo edificio,
y se digne conceder el caritativo socorro que
verbalmente fue prometido.
Todos los habitantes de Turín, y de un modo
especial los de Valdocco, se unen a mí para
asegurar a V. E. su más sentida gratitud y el más
duradero reconocimiento, mientras unánimemente
auguramos todo bien del cielo sobre V. E. y sobre
la augusta persona de nuestro Soberano, y tengo el
alto honor de poderme profesar,
De V.E.
Turín, 16 de abril de 1866.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Contemporáneamente hacía acelerar la expedición
de materiales de
construcción, antes de que se hiciese irregular o
se suprimiese la circulación de los trenes de
mercancías; y como prenda de gratitud a un
empleado de ferrocarriles, que le había prestado
bondadoso apoyo, le ofrecía un ejemplar de su
Historia de Italia, elegantemente encuadernada,
que se la agredeció mucho, como consta en una
carta que guardamos entre los documentos.
Tampoco cesaba de prodigar los más solícitos
cuidados por la tómbola. El Alcalde de Turín había
demostrado su sincera protección a la misma y al
Oratorio y nunca hubiese permitido que la
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