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El emperador Napoleón, que hacía tiempo conocía
y aprobaba los manejos de Bismarck, el cual le
había prometido las provincias Renanas, se
declaraba neutral, pero mandaba a Italia barcos
con baterías blindadas, municiones, víveres,
caballos y ayudas de todo género, y pedía al
Cuerpo Legislativo un aumento de cien mil hombres
para los ejércitos de tierra y mar. Napoleón no
hubiera permitido nunca que se deshiciese su obra
en Italia, en el caso de que a Austria le sonriese
la victoria. Varios periódicos de Francia
publicaron que él esperaba Cerdeña como
compensación.
Pero la guerra contra Austria, en la mente de
los gobernantes italianos y de los jefes de las
sectas, no era más que un episodio de la guerra ya
declarada contra la Iglesia. En el mes de abril se
imprimía en Florencia un manifiesto para la
democracia, que decía: <>.
Al mismo tiempo, el príncipe Jerónimo Napoleón
repetía: <((**It8.341**)) De
todos los males, aun lamentando las desastrosas
consecuencias, don Bosco sacaba motivo para
asegurar la necesidad de multiplicar el bien con
la ayuda de María Santísima y él daba ejemplo de
ello.
Mientras trabajaba para la exención del
servicio militar de sus clérigos, y pensaba en los
mayores apuros económicos a que le reduciría el
estancamiento de los negocios, la creciente
miseria del pueblo, que habría que socorrer, y las
demás dificultades que habría de encontrar para la
construcción de su iglesia, escribía una carta al
conde Cibrario y enviaba una súplica idéntica a De
Falco, ministro de Gracia, Justicia y Culto. Este
no le respondió, y don Bosco repetía la misma
petición en 1868.
Excelencia:
Hace ya mucho tiempo que se sentía la necesidad
de una iglesia para la numerosa población de
Valdocco, suburbio de esta ciudad.
1 Journal de Bruxelles, del 30 de junio.
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