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((**Es8.288**) Mientras tanto recibía don Bosco el siguiente aviso: Ancona, 13 de enero de 1866. Conforme a los convenios habidos, me alegro de enviar a V. S. los tres huérfanos: Gustavo Berluti y hermanos Adolfo y Augusto Spazzacampagna, a fin de que sean internados en el Instituto que usted dirige. El señor conde Jorge Pichi, que gentilmente se ha encargado de acompañarlos hasta esa, tendrá el honor de presentar a V. S. los documentos referentes a dichos huérfanos y de renovarle, al mismo tiempo, las más expresivas gracias de esta Comisión por su generoso ofrecimiento en favor de los muchachos de Ancona que han quedado huérfanos por causa del cólera; gracias a él abrigo la lisonjera esperanza de enviarle otros, cuando V.S. tenga la amabilidad de indicarme que hay puestos disponibles. Acepte el testimonio del mayor aprecio. El Presidente C. MARINELLI Los convenios habidos habían modificado los primeros ofrecimientos de don Bosco. La Comisión de Ancona había recibido abundantes cantidades de dinero de la caridad pública, que parecía natural deberían pasar también a favor de los huérfanos enviados a Turín. Es más, se le había hecho observar a don Bosco que otras instituciones benéficas habían recibido socorros; en consecuencia él tuvo que hacer constar que el Oratorio, como no tenía rentas, vivía de limosnas y confiado a la divina Providencia. El Venerable siempre estuvo dispuesto a recibir gratuitamente a muchachos pobres, huérfanos o desamparados; pero cuando había dinero destinado a su favor ((**It8.334**)) en los Municipios, o cantidades recogidas en públicas colectas o legados para obras pías, entonces, por un alto sentimiento de prudencia y de justicia, no dejaba nunca de hacer la correspondiente demanda. La Comisión aceptó de buen grado las razones y llegó a un acuerdo con él, como se lee en la citada Rendición de cuentas, impresa por Civelli. Relación leída por el Presidente Clemente Marinelli, abogado, en la sesión de la Comisión del 25 de marzo de 1866. <<(Página veinticuatro).-Y por último nos llegó un proyecto relacionado con esta interesantísima clase de desgraciados del caritativo sacerdote don Bosco de Turín, al que debemos prestar toda nuestra atención. Este, calculando más con el corazón que con los medios disponibles, nos había ofrecido desde el principio treinta plazas gratuitas en su establecimiento: no pudo en realidad darnos más que cinco. Eso no disminuye en nosotros la deuda de gratitud, supuesto que, si en un arranque de caridad (**Es8.288**))
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