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por V. S., obtenga favorable consideración, me
cabe el alto honor de profesarme con la más
sentida gratitud.
De V. S. Ilma.
Turín, 26 de febrero de 1866.
Su seguro y
reconocido servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
La instancia fue atendida después de cierto
tiempo.
Mientras tanto, el Venerable Siervo de Dios
salía otra vez de viaje y antes daba instrucciones
para que se mostrase reconocimiento a un insigne
bienhechor que le había socorrido siempre desde
1850. Era el conde Abate Lunel de Cortemiglia,
muerto a mediados de febrero. Ordenaba, por tanto,
que si la Administración del Hospicio de caridad
en Cherasco, dirigido por su amigo don Alejandro
Ghisolfi, decidiese hacer un funeral solemne por
el que también había sido gran bienhechor de
aquella casa, se enviase para la función al menos
una docena de cantores.
Salió, pues, por la línea de Milán y parece que
se dirigía a Monza, para satisfacer las fuertes
instancias de la Madre Serafina, Superiora de las
Sacramentinas, que deseaba hablar con él.
En la estación de Milán sucedió un hecho digno
de mención, ((**It8.320**)) que
demuestra lo mucho que don Bosco se preocupaba de
los intereses materiales de sus bienhechores.
El 9 de abril de 1891 escribía don Miguel Rúa
en Milán la siguiente declaración:
<>-Haga este año, señor Guenzati, gran
provisión de telas, pues podrá venderlas
ventajosamente.
>>Después de la partida del Siervo de Dios, los
dos cónyuges, recordando su predicción, hicieron
compras en cantidad mucho mayor que años
anteriores y, tal como él lo había anunciado, así
sucedió exactamente, de modo que al final del año,
contentos de la bendición tenida del Señor por
mediación de don Bosco, se decían:
>>-Si hubiésemos tenido más fe en las palabras
de don Bosco, haciendo una provisión de telas
mucho mayor, ciertamente lo habríamos vendido
todo.
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