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((**Es8.265**) pero por demasiado es, mi patrono Juan Dehuc muerto es). Ordenó, además, que en la losa sepulcral se practicara un agujero por el que cada año, en el aniversario de su muerte, se echarían algunas medidas de vino para regar sus huesos. La gracia con que don Bosco narró esta anécdota fue como para no olvidarla. Si el Siervo de Dios buscaba ganarse las simpatías de la gente, era para llevar sus almas al Señor. El abogado Comaschi le invitó con mucha insistencia para que, siempre que fuese a Milán, se hospedara en su casa de la que le hacía dueño. Don Bosco aceptó gustoso la hospitalidad ofrecida. Y resultó que cuanto más trataba el abogado ((**It8.305**)) con él, tanto mejor se hacía y, poco a poco, cambió de ideas; el sombrero de Garibaldi perdió el sitio de honor y en su lugar colocó dos cartas autógrafas del Siervo de Dios, en un cuadro con marco dorado. No es fácil imaginar a qué extremo llegó su amistad y admiración por don Bosco. Nunca permitió que la habitación ocupada por él fuese usada por nadie, la respetó siempre como un santuario, donde conservaba todo lo que el Venerable había usado en la mesa, y no permitió que se lavaran los vasos, manteles y toallas. Mientras vivió lo veneró todo como reliquias de un santo. Así nos lo atestiguó don Lorenzo Saluzzo, el cual lo oyó contar a los mismo parientes de Comaschi. (**Es8.265**))
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