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esperarle? Mándenos mientras tanto su bendición y
háganos la caridad de rogar por todos nosotros>>.
No hablaba de los boletos que le había
encomendado. La poca fortuna tenida hasta el
momento en la venta, había que atribuirla a las
condiciones poco favorables de los tiempos.
El año 1866 había empezado con tristes
pronósticos. Las disensiones entre Austria y
Prusia, por causa de las cuales temía don Bosco,
en febrero de 1862, el triunfo de la revolución
con perjuicio para la Roma papal, habían hecho
inevitable el conflicto, en el ((**It8.291**)) que
debía tomar parte Italia. En diciembre de 1863, él
había anunciado la guerra, el hambre y la peste, y
hemos visto cómo ésta había empezado a hacer
estragos en Italia en 1865.
La guerra llegaba ahora a las puertas.
Pero una nueva desgracia estaba por sobrevenir.
El 13 de febrero del 1865, el Siervo de Dios había
predicho que la ley de la supresión general de los
conventos no pasaría a las Cámaras, si se hacían
muchas oraciones. Y así sucedió, como ya hemos
dicho; el Ministro la retiró ante ciertas
modificaciones requeridas por los diputados. Mas,
por desgracia, quizá las oraciones no fueron
suficientes o fervorosas; y quizá la justicia de
Dios tenía sus fines al permitir aquella
supresión.
El 22 de enero, en la reapertura del
Parlamento, el Ministerio, por boca del Rey, en el
discurso de la Corona, presentaba de nuevo el
proyecto de ley retirado el 28 de abril de 1865.
Alguien debió recordar cómo en circunstancias
semejantes, en 1855 se había oído repetir: Grandes
funerales en la Corte, y ahora, en la noche del 21
al 22 de enero, moría en Génova, a la edad de
veinte años, y amadísimo por los ciudadanos, S. A.
R. el príncipe Odón, duque de Monferrato, tercero
de los hijos varones de Víctor Manuel II. Era
apodado la joya de la Casa de Saboya. Su piedad y
caridad cristianas hacían revivir en él la imagen
de la madre, la reina María Adelaida, de santa
memoria. Se celebraron solemnísimos funerales en
Génova, en Turín y en Superga, donde fue sepultado
el joven Príncipe, acompañado por el llanto de los
pobres, siempre beneficiados por él con
generosidad.
A pesar de este luto, el 31 de enero declaraba
la Cámara urgentísimo el proyecto de ley,
presentado por el Rey, y lo entregaba
inmediatamente al examen de los Ministerios.
El esquema redactado en ciento cinco artículos,
reducía a todas las diócesis de Italia a sesenta y
nueve; confiscaba, para servicio del Estado, todos
los bienes eclesiásticos, tolerando un escasísimo
clero
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