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de papel finísimo o pergamino, todos a la misma
medida, de veintiocho centímetros de altura por
veintidós de ancho, adornados por los mejores
miniaturistas. Todo el mundo católico aplaudió la
invitación del abate Sire y se comenzó la obra. Al
cabo de siete años, aunque no estaba acabada del
todo, había llegado a tal punto que podía ser
presentada al Papa como obsequio en el aniversario
secular del martirio de los santos apóstoles Pedro
y Pablo, encuadernada en treinta volúmenes, joyas
del arte de la encuadernación.
Ayudaban al celoso e incansable Sulpiciano, a
superar las inmensas dificultades que presentaba
la empresa, muchísimos personajes de toda
condición, y entre ellos, para algún dialecto de
Italia del Norte, don José Apollonio a quien don
Bosco facilitó la tarea cooperando en el trabajo,
y poniéndole en contacto con los más distinguidos
literatos del Piamonte.
Volviendo a nuestra narración, diremos que,
además de don José Apollonio, la señora Amalia
Fulcini Giacobazzi, y desde Venecia, Canal de San
Gregorio N.° 234, hacía saber a don Bosco el 13 de
enero de 1866 ((**It8.290**)) que los
boletos de la tómbola no tenían la aceptación que
se deseaba:
<>.
A continuación, le escribía el 25 de enero de
1866, por otros motivos, y desde Cremona, la
princesa Elena de Soresina Vidoni. Después de
recomendarle a su propia hija, la condesa Carolina
Mocenigo, que se encontraba enferma, le hacía
saber que: <>Para cuándo podremos
(**Es8.253**))
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