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y los demás que espero querrán tomarme en adelante
en sus manos y echarme con cierta complacencia un
vistazo de cabo a rabo. Abrigo muchas esperanzas
de que para otro año... Pero íay! Ya no digo
profecías >>sabéis? Las pocas, que en alguna
ocasión me aventuré a hacer, me costaron muy caras
y me quitaron las ganas de repetir. Se figuraban
aquellos tales que yo era un pez gordo.
íPobrecillos, cómo cambiarían de pensar si
pudieran verme!
((**It8.273**)) Por lo
tanto quiero esperar que otro año, con mejores
tiempos, tendré también ocasión para contaros
cosas mejores. >>Os parece bien este pacto? Pues
entendidos. Pero >>y si el pobre Hombre de Bien ya
no viviera? Es una duda mía que también yo llamaba
inoportuna. Pero:
Considerando: 1.° Que yo soy ya muy viejo;
Considerando: 2.° Que también puede uno morirse
sin tener muchos años;
Considerando: 3.° Que el año tiene trescientos
sesenta y cinco largos días y que en este tiempo
pueden suceder muchas cosas y muchos pueden pasar
a mejor vida;
Pido que el pobre Hombre de Bien, aún en el
supuesto de que muriese, quede en el recuerdo de
sus humanísimos lectores. No obstante, yo creo que
podré arreglármelas esta vez para vivir muchos
años y lo mismo deseo para vosotros. El que quiera
otra cosa, quede bien servido.
Este año he pensado regalaros, como meditación
para cada mes, un precepto del decálogo. Está ya
tan maltratado, hablando en general, que no queda
fuera de lugar recordarlo con frecuencia para no
tener que hacerlo después, en un momento demasiado
crítico, sin provecho.
Os ruego, queridos lectores, me presentéis a
muchos, hagáis que me lean, que me traten,
especialmente los que no frecuentan la iglesia y
no saben qué hacer de los mandamientos, aquéllos a
quienes vosotros conocéis mejor que yo y que,
proclamándose libres, libres, son después
verdaderos esclavos de sus pasiones. Con ellos
quisiera yo entretenerme un poquito, con la
esperanza de dejar en su mente algún pensamiento
religioso.
Además de esto os diré alguna otra cosilla que
no os desagradará.
Amigos míos, conservaos sanos y alegres, no os
la toméis con el pobre Hombre de Bien, si alguna
vez os resulta un poco pesado. Qué queréis, soy
viejo y refunfuñador, veo que el mundo marcha mal,
querría detenerlo y me doy cuenta de que me faltan
las fuerzas. Es verdad, se necesita algo más que
un pobre viejo para detener toda esta pobre
máquina. Pero tengo una abundante y buena
voluntad, si ello bastara.
Que sigáis bien y estéis siempre alegres en el
Señor, queridos lectores.
íHasta la vista!
(**Es8.239**))
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