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Sigamos los ejemplos de la Beata con una vida
virtuosa, que nos hará felices en el tiempo y en
la eternidad.
JUAN BOSCO, Pbro.
El Venerable escribió este libro a saltos,
entre viajes y otras mil ocupaciones. Muchos
visitantes, cuando no le encontraban en el
Oratorio, enterados de que solía retirarse algunas
horas del día a la Residencia Sacerdotal de San
Francisco de Asís, habían comenzado a ir allí en
su busca. Así que, para tener un poco de tiempo
libre, le tocó buscar otro refugio y lo vino a
encontrar en casa de algunos bienhechores y amigos
suyos. Ponían éstos una habitación a su
disposición con recado de escribir. Y don Bosco
iba hoy a una, mañana a otra, y se encerraba
tranquilo en la pieza que le asignaban.
Una de las casas más frecuentadas por él era la
de Brosio, el bersagliere, que tanto le había
ayudado en los años difíciles del Oratorio de
Valdocco. Este señor, que sobrevivió al Siervo de
Dios y de cuya plena confianza gozó, solía decir:
-Don Bosco fue un gran hombre; fue un gran
santo; y, ífue un gran amigo mio!
Brosio, interrogado por don Juan Bonetti,
respondió así por escrito:
((**It8.271**))
<>-íLevántate!
>>Yo, que en aquel momento no pensaba en lo que
don Bosco iba a hacer, le dije:
>>-No puede levantarse, está enferma.
>>-Pues bien, replicó don Bosco, íla mandaremos
al paraíso!
>>Dicho esto le dió su bendición y recitó una
plegaria.
<>->>No has visto que don Bosco quería curarla?
>>Efectivamente, don Bosco ya sabía que la
muchacha estaba enferma hacía mucho tiempo; y
>>por qué tomarla la mano y decirle
(**Es8.237**))
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