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el Concilio de Florencia; que en los sitiales, por
ellos ocupados en aquellos momentos, habían tomado
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los Padres de la Iglesia; que en aquella aula
habían resonado las voces de los legados del
Pontífice; luego recordó las palabras de elogio y
aliento que el Papa había dirigido a la asamblea,
concluyendo que él no tenía sentimientos mejores
que ofrecer a los prelados presentes y al ilustre
cabildo de la Metropolitana de Florencia. Todos
quedaron admirados de su discurso, porque, además
de ser tomado de la circunstancia del lugar,
resultaba inesperado en aquel momento y su
aplicación adaptada y lisonjera.
En Florencia, como en todas partes, el Siervo
de Dios se ganó de tal manera los corazones que,
cuando anunció su partida, hubo una exclamacion
general:
-íTan pronto se marcha!
-Debo volver a Turín, respondía don Bosco a
varios ilustres señores y señoras que querían
persuadirlo a que prolongase más su estancia entre
ellos; las necesidades del Oratorio me llaman.
Mientras salía de la Catedral, se encontró con
la marquesa Gerini, quien sin más le preguntó:
->>Por qué quiere volver tan pronto a Turín?
>>No podría quedarse todavía unos días con
nosotros?
-Mis muchachos me esperan.
->>Qué importa? íQue esperen! Cuando vuelva le
verán.
->>Qué importa? Alguien ha de proveerles de
pan. Si yo no me muevo, ellos no tienen qué comer.
->>Cuántos son?
-Cerca de mil.
-Pero si usted quisiera quedarse, no creo que
los muchachos del Oratorio tuvieran que sufrir por
unos pocos días.
-Por mi parte permanecería muy gustoso. Si
ustedes quisieran proveer de pan a mis muchachos,
yo me quedaría aquí hasta el final de la semana.
->>Y cuánto necesita para sus muchachos en
estos pocos días?
-Diez mil liras.
((**It8.261**)) -Y si
las encontrásemos aquí: >>se quedaría de veras?
->>Y por qué no?
-Pues bien, yo le daré las diez mil liras.
-Con esta condición don Bosco se queda.
->>Quiere que se las traiga enseguida? Aquí no
las tengo. Si está de acuerdo se las mando esta
noche al arzobispado.
-Así sea. Que el Señor la bendiga.
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