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Añadimos, sin embargo, que más adelante el
Siervo de Dios encontró apoyo donde menos lo
esperaba. El profesor Levriero, por mucho tiempo
enemigo del Oratorio y de la religión, se hizo más
tratable. En sus últimos años sentía tanta
veneración por don Bosco y tenía tanta simpatía
por él que, en varias ocasiones, quiso manifestar
estos sentimientos a sus internos. Recibía
placentero cualquier recomendación que el Siervo
de Dios le hiciese para alguno de los suyos.
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