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sus exámenes con matrícula de honor y de su edad,
había pedido poder presentarse para el doctorado.
La guerra contra los del Oratorio no había cesado
del todo, y el Rector de la Universidad, Hércules
Ricotti, le hacía saber que no podía concederse
aquel título por ir contra el Reglamento.
Francesia estaba ya resignado a hacer un curso más
de universidad, cuando el mismo día en que había
recibido la respuesta negativa se encontró con don
Juan Turchi, que le dijo:
-Vosotros los de don Bosco sois verdaderamente
desafortunados; estudiáis sin descanso, aprobáis
todos los exámenes, y sin embargo a duras penas
marcháis adelante. Yo no he hecho ningún examen,
he pedido sacar el doctorado anticipándolo en un
año, y tuve inmediatamente respuesta favorable,
como la tuvieron otros muchos.
Mientras tanto, el profesor Ricotti presentó la
dimisión de Rector de la Universidad y fue
sustituido por el profesor Angel Serafino,
presidente de la facultad de teología en su
calidad de decano de los presidentes. Francesia
escribió inmediatamente al profesor Serafino
comunicándole la negativa del profesor Ricotti a
su petición y que, habiendo sabido a ciencia
cierta, que a otros se les había concedido el
mismo ((**It8.250**)) favor
que a él se le había negado, como por ejemplo a
don Juan Turchi, renovaba dicha petición. Al día
siguiente obtuvo la respuesta de que su súplica
había sido aceptada. En consecuencia, hizo su
examen, defendió la tesis, y el 13 de diciembre
obtenía el título de Doctor en Letras. A su debido
tiempo diremos el puesto que alcanzó en la
República de las Letras este sacerdote, a quien
don Bosco solía llamar: íel célebre don Francesia!
También don Celestino Durando obtenía un
diploma, pero por camino distinto.
El Ministro de Instrucción Pública, José
Natoli, viendo la necesidad de maestros
legalizados, concedió un examen extraordinario
para el diploma de Retórica a aquéllos que no
hubiesen asistido al curso de la Universidad. Don
Celestino resolvió aprovechar esta oportunidad.
Miguel Coppino, Doctor agregado a la facultad
de filosofía y letras, debía presidir la comisión
examinadora. Se había opuesto por cuanto pudo a la
resolución ministerial, y al no lograr que
triunfara su opinión, había determinado suspender
a todos los candidatos a dicho examen.
Cuando Durando se presentó, Coppino empezó por
decirle que aquélla era una prueba arriesgada,
porque no se podía inferir una injusticia a
quienes por tantos años habían asistido a las
clases, habían
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