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haber callado cuando el aviso se confirmara con la
realidad? Por otra parte, >>qué mal habría, en el
caso de que fuese un simple sueño, en renovar en
los muchachos el pensamiento de la eternidad?>>.
Así que, se decidió a hablar, pero no en
público. Reunió a algunos de sus íntimos, les
contó el sueño y el día en que se le había dicho
que el joven moriría, pero no declaró el nombre.
Parecía tan singular la cosa, que no pudo
mantenerse secreta; y de uno a otro, de
confidencia en confidencia, en poco tiempo todos
llegaron a conocer el sueño y esperaban con
ansiedad el cumplimiento del mismo. Tanto más
cuanto que en casa no había nadie enfermo. No
obstante, un muchacho a quien don Juan Bonetti
había preparado, como él mismo dijo, al gran paso,
tras una corta enfermedad moría precisamente en el
día indicado. Entre los testigos del hecho figura
el profesor José Isnardi, sacerdote.
En este mismo Colegio, cierto día al anochecer,
uno de los alumnos se sintió mal de improviso. Se
llamó inmediatamente al director don Juan Bonetti,
que fue corriendo, pero lo encontró ya muerto.
Fuera de ((**It8.245**)) sí, y
como si fuese culpable de que hubiese fallecido el
muchacho sin recibir los sacramentos, fue a
postrarse en la capilla y lloró y rezó mucho rato.
Al día siguiente no quiso comer, volvió varias
veces a los pies del Santísimo Sacramento y
finalmente, para ocultar a todos su angustioso
dolor, salió al exterior y se internó en el bosque
del colegio. Extenuado por el ayuno de
veinticuatro horas, continuó paseando y rezando;
de repente quedó como inmóvil con los ojos fijos
en lo alto. Permaneció así un rato con el rostro
radiante de alegría; y por fin, serenándose,
exclamó:
-íDeo gratias! íSe ha salvado, ya ha entrado en
el Cielo!
Y con la jovialidad de siempre fue a cenar. Don
Juan Bonetti no dijo nada a nadie ni habló nunca
de aquel hecho. Pero había sido espiado. El
profesor don Juan Tamietti lo había seguido, con
el fin de vigilarlo y consolarlo y, escondido
entre los árboles, detrás de un seto, había visto
y oído cuanto hemos narrado; pero no se atrevió a
preguntarle nada, ni entonces ni después. Otro
testigo fue don Carlos Farina.
Don Bosco escribía a este sacerdote, tan del
agrado del Señor, pocos días después de haber
tomado posesión de su cargo:
Carísimo Bonetti:
El jueves lo dedicaré todo a Mirabello. >>No se
podría dar una conferencia para la sociedad, por
la noche?
Si puedes, reúnelos esta noche y también
mañana; pregúntales quiénes de ellos
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