((**Es8.212**)
maravillado: >>quién era? Era don Bosco, desde
afuera, que quiso acordarse de mí, acabar con
aquella situación y darme una nueva prueba de su
afecto paterno. íQuedé sorprendido, estupefacto!
-íAh, es usted don Bosco!, exclamé.
Y él, con una sonrisa de inefable dulzura, me
hizo una señal con la mano y después desapareció
de mi vista, como la bonita visión de un suave
sueño. >>Qué podía hacer yo, qué decir? Me levanté
de la silla y, abriendo la ventana, grité con
fuerza:
-Gracias don Bosco, gracias por su bondad.
El ya no oyó nada, pero, volviéndose de nuevo
hacia atrás, me parecía como si dijese: -<>.
íVolvía a ser yo mismo de nuevo!
((**It8.240**)) Había
adivinado mi necesidad y con afecto paterno quiso
satisfacerla; la sonrisa con que me miró la llevo
grabada en la mente y en el corazón.
Algunos aspirantes no superaban las pruebas y
abandonaban el campo, pero otros las salvaban
valerosamente. Uno de ellos escribía a don Bosco:
íAlabados
sean los nombres de
Jesús y de María!
Revmo. Padre:
El día 20 de octubre será memorable para mí.
Hoy precisamente se cumple el año en que hice el
sacrificio de mí mismo, de mi voluntad, y de los
míos al Señor. Hubo un sacerdote mandado por Dios,
don Bosco, el cual con un rasgo de su caridad, lo
aceptó en nombre del Señor. Desde entonces
solamente me consideré como un instrumento en
manos de don Bosco para hacer la voluntad de Dios.
Hasta hoy no he dejado de bendecir aquel
felicísimo día, y de dar gracias al Señor por
haberme llamado a enrolarme bajo la bandera de don
Bosco; y tanto ha crecido en mí el sentimiento de
reconocimiento y gratitud a un Padre tan grande,
que me siento con ánimos para vencer cualquier
prueba.
Reverendísimo Padre, renuevo hoy mi promesa de
obediencia y sumisión, siempre dispuesto y
constante a consagrar a Dios el resto de mi vida
bajo la amable dirección de V. S. Rvma. y de quien
la represente.
Confío, con la ayuda de Dios, de María
Santísima, de san José y de san Francisco de
Sales, nuestro especial protector, llevar a cabo
estas mis promesas. Ayúdeme usted, amonésteme,
bendígame y, mientras beso su sagrada mano con la
máxima reverencia, ruégole me tenga siempre por su
Afectísimo
hijo en Jesucristo
FRANCISCO BODRATO, clérigo
Así pues, don Bosco, después de haber sometido
a prueba a los que pedían consagrarse al Señor por
toda su vida y a los que, de momento, solamente
emitían los votos trienales, después de haberles
dado unas conferencias preparatorias y consultado
el Capítulo, accedió al deseo de sus queridos
discípulos.
(**Es8.212**))
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