((**Es8.191**)
Como había que asistirle, yo estaba sentado al
lado, y también a mí me dijo:
-íLea!
Y me entregó el decreto.
Cuando terminé la lectura, se puso a hablar de
su enfermedad y de su santo. Yo callaba y
escuchaba; de improviso también él calló. Tomó el
hilo después y me dijo:
-Ahora márchese, porque sufro mucho hablando y,
si usted está a mi lado, no puedo callarme.
Y, estrechándome la mano, repitió:
-Yo le quiero mucho, y cuando está a mi lado,
no puedo guardar silencio.
Me levanté y él continuó:
-Verdaderamente, soy descortés con usted; pero,
>>qué quiere?
Si empiezo a hablar, no termino nunca. No lo
tomará a mal, >>verdad?
-No necesita excusarse conmigo, le dije; y fui
a sentarme a unos metros de distancia.
Al cabo de unos instantes me llamó, y me dijo
sonriendo:
-No se hace caso de los amigos cuando no se los
necesita y se les echa fuera; pero cuando se los
necesita, se les llama. Así que sosténgame, porque
siento que me faltan las fuerzas, y acompáñeme a
la habitación.
((**It8.215**)) Cuando
llegó a la habitación, se sentó y me dijo:
-A las tres quisiera dar una vueltecita;
>>tendrá la bondad de acompañarme?
Pero, en vez de salir de la habitación a la
hora que había fijado, salió a las dos. Quería
visitar todo el colegio. Entró en la iglesia y se
quedó un momento en adoración; inspeccionó el
jardín, los patios, las clases, los comedores, los
dormitorios; parecía que quisiese darles el último
adiós. A las tres volvió a entrar en su cuarto,
dijo que se encontraba muy cansado, y se acostó.
-Vamos al encuentro de la muerte, decía al que
lo ayudaba.
Y empezó a rezar devotamente recogido.
Hacia el anochecer jugaban los alumnos en el
patio debajo de su ventana; le preguntaron si le
molestaban, y si debían imponerles moderación o
silencio. A lo que él respondió:
-íPobres muchachos; no tienen más que este poco
tiempo de recreo! Dejad que se diviertan.
Poco después me dijo:
-Dígame algo que me sirva para este momento.
(**Es8.191**))
<Anterior: 8. 190><Siguiente: 8. 192>