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iré in domun aeternitatis meae (a la casa de mi
eternidad)... Querría, Señor, después de muerto,
ser sepultado en el ((**It8.212**)) rincón
más oscuro de la tierra y que nadie se acordase
más de mí. Me alegro, Señor, de que mi cuerpo sea
entregado a los gusanos, en penitencia de mis
pecados y de las ofensas que os hice: me alegro de
que mi lengua, mis ojos y mis oídos vayan a
pudrirse en la fosa en castigo de sus faltas. Una
sola cosa siento, no poder trabajar más para
vuestra gloria.
Una sola gracia os pido, Señor, y es la de que
pueda morir aunque sea en medio de los más atroces
tormentos. Deseo mucho morir para unirme a Vos y
así estar seguro de no poder ofenderos más y de
amaros con el más ardiente amor. No obstante,
estoy dispuesto a sufrir en vida hasta que os
plazca... Tened misericordia de mí... Señor, os
pertenezco por muchos títulos. Tengo demasiada
confianza en Vos, Señor...
Después exclamó con énfasis:
-Exurgat Deus et disipentur inimici ejus
(Levántese el Señor y se dispersen sus enemigos).
Quedóse un momento adormecido. Despertó de
nuevo. Parecía que un molesto pensamiento
torturase su memoria y repetía:
-íLa obediencia, la obediencia! A veces dije a
don Bosco: quiero esto, quiero aquello, o bien:
haga esto o de otro modo... Si por más que se
diga; y allí, precisamente allí... >>Y la
obediencia?
Recordaba que un día había hablado
resueltamente a don Bosco porque le parecía que
era demasiado indulgente con un tal que se
obstinaba en no obedecer, con escándalo de los
alumnos. Como yo conocía el hecho al que aludía,
le hice observar:
-Pero usted no podía obrar de otro modo; era
necesario una resolución enérgica.
-Pero yo dije: o esto, o de lo contrario... En
el momento de la muerte se juzgan las cosas de muy
distinta manera... Sí... poner al Superior en la
alternativa: o... o... Pero espero que el Señor me
haya perdonado.
Se serenó y de nuevo prosiguió su oración.
Siguió murmurando oraciones hasta que, de
pronto, llamándome me dijo:
-He de pedirle un favor. Si muriese ((**It8.213**)) esta
noche, anímeme... recuérdeme que confíe en la
misericordia de Dios... déme por última vez la
absolución sacramental... >>Me lo promete?...
-Sí, señor; le respondí lagrimeando.
-Muy bien, añadió. Ahora vaya a descansar: en
el caso de que me sienta peor, lo mandaré llamar.
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