((**Es8.188**)
El que esto escribe se encontraba junto a su
lecho; el enfermo le hizo señas para que se
acercase más. Me incliné sobre él para oír lo que
quería decirme, y él, tomándome una mano, a duras
penas me dijo:
-Le ruego ejecute mi última voluntad. Pronto
moriré; mañana quizá ya no estaré vivo; no se
olvide de hacer rogar por mí. Diga a don Bosco que
se acuerde durante un mes de mi alma en el santo
sacrificio... Salude de mi parte a don Bosco, a
todos los sacerdotes y clérigos, al Oratorio de
Turín, a la casa de Mirabello, a don Francisco
Montebruno de Génova y al clérigo Juan Garino...
Escríbales que recen siempre por mí... Diga a los
muchachos de la casa de Turín que me encomienden
al Señor y que me perdonen si alguna vez me
equivoqué ((**It8.211**)) al
castigarlos, y si tal vez dejé de castigarlos
cuando debía hacerlo... Por último, pido perdón a
todos de los malos ejemplos que he dado... Me
perdonarán >>verdad?...
Cesó un momento de hablar, porque la sofocación
le oprimía, y después continuó:
-No tengo nada que dejar, porque lo poco que
era mío, ya lo di todo a la casa. Lo demás es de
mi padre. Tengo solamente el uso de tres cosas...
Dejo mi reloj al caballero Oreglia, porque era
suyo y él me lo dio. Mándeselo cuando yo muera; él
le recordará la amistad que nos unía...
-A la madre de don Domingo Ruffino, el
crucifijo que tengo en Turín... Apenas haya muerto
comuníquenselo a don Francisco Giacomelli, a quien
dejo mi rosario con el que hemos rezado juntos
tantas veces, caminando a pie desde Turín a San
Ignacio.
Después, volviéndose a mí y estrechándome con
fuerza la mano, me dijo:
-A usted le deseo que el Señor le dé su santa
bendición a fin de que pueda seguir el camino
empezado... Que bendiga sus trabajos... Prosiga la
gran obra que ha comenzado... Anímese. Necesitamos
muchos sacerdotes, que trabajen con los
muchachos... Le deseo que salve muchas almas,
miles y miles de almas, especialmente de muchachos
pobres... Sálvelas... Son demasiados los enemigos
que las asedian. íQué gran necesidad hay de
salvarlas! Hoy en día apenas si en el campo o en
la montaña, y raras veces, se encuentra todavía un
inocente... Si lo halla, defiéndalo de los malos
compañeros.
Oprimido por el cansancio, calló; después
comenzó a dirigir al Señor sus oraciones,
murmurando palabras entrecortadas:
-íQué grande sois, Señor, en vuestra
misericordia! Perdonadme... Os ofrezco no sólo mi
cuerpo, sino todos mis afectos... Pronto
(**Es8.188**))
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