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Aquella obediencia, así, tan de repente, debió
ser un duro sacrificio para él, que amaba mucho a
sus alumnos. No obstante, se presentó en el
Oratorio con aspecto tan alegre y desenvuelto, que
se hubiera dicho no le importaba nada dejar un
lugar donde había permanecido dos años y donde se
había ganado el cariño de todos.
No obstante, cuando fue a saludarlo el que
debía sucederle en la dirección del Seminario
menor, él le dijo:
-Así que tú vas a Mirabello. Salúdame a los
muchachos. Quiéreles tú por mí. Son buenos,
>>sabes?
Y una lágrima se asomó a sus ((**It8.195**)) ojos.
Después añadió:
-Compórtate con los hermanos como lo hace un
hermano mayor con los más pequeños.
Pero, algo todavía más notable acontecía; en
aquellos días empezaba a cumplirse una predicción
de don Bosco.
Antes del 1850 había sucedido con frecuencia
que el jovencito Rúa, al ir o al volver de la
escuela se encontraba con el Venerable. Apenas lo
veía, loco de alegría, corría a su encuentro,
descubría su cabeza, le besaba la mano y
exclamaba:
-Don Bosco >>me da una estampita?
El Venerable se paraba cariñosamente, le ponía
la gorra en la cabeza y, sonriendo, le presentaba
siempre la mano izquierda mientras con la derecha
hacía como que la cortaba por la mitad; y le decía
bromeando:
-íToma, Miguelito, toma!
Miguelito le besaba otra vez la mano, con más
cariño, y le decía adiós, pensando:
->>Qué querrá decir con ese gesto?
Cuando ya se aposentó en el Oratorio y vistió
la sotana el 3 de octubre de 1852, le preguntó a
don Bosco:
->>Se acuerda, don Bosco, de aquellos
encuentros que tuve muchas veces con usted, cuando
yo iba al colegio de los Hermanos, que le pedía
una estampita y usted hacía como que quería darme
la mitad de la mano? >>Qué quería usted decirme?
-Mi querido hijo, respondió paternalmente don
Bosco; ahora ya deberías comprenderlo, pero lo
comprenderás mejor en adelante...
Y prosiguió:
-Don Bosco quería decirte que un día trabajaría
a medias contigo.
Ahora, pues, como Prefecto del Oratorio, el
fiel imitador de las virtudes de don Bosco,
empezaba y continuaría durante veinte años
seguidos repartiéndose con él las fatigas en la
dirección general del
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