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2.° Hemos observado los grandes esfuerzos para
proveer de todo lo necesario y nada deja que
desear la limpieza en cuanto es posible en una
casa que vive de la beneficencia.
3.° El número verdaderamente es grande, pues
ordinariamente casi llega a ochocientos, pero los
locales nos parecen suficientes.
Hemos de alabar además la previsión de don
Bosco, quien, apenas empezaron a sentirse los
efectos del cólera en pueblos vecinos a nosotros,
él colocó en otra parte al terminar el curso en el
mes de julio un buen número de sus muchachos, de
modo que los ochocientos quedaron reducidos a
trescientos.
((**It8.189**)) De todo
esto podemos deducir que los que han propalado
noticias hostiles contra este establecimiento o
fueron mal informados, y deberán rectificarlas, o
pertenecen al número de esos calumniadores que
gozan cuando les es dado oprimir cualquier obra
que no sea de su gusto.
Estos, al menos, deberían reflexionar que se
trata de una institución que alberga centenares de
pobres hijos del pueblo. Aquí, merced a los
continuos sacrificios de don Bosco y sus
colaboradores, se preparan a vivir como buenos
cristianos, al tiempo que aprenden también un
oficio que les ayude a ganarse el pan de la vida
con el honrado trabajo de sus manos.
Obras de esta índole deben ser ayudadas y
promovidas por quienes tienen corazón; solamente
los enemigos del bien verdadero son capaces de
despreciarlas y calumniarlas>>.
El Siervo de Dios cedió a algunas exigencias de
la Comisión de Sanidad y se dio prisa para
realizar los trabajos de reparación y limpieza de
los locales; se excusó de no atender a mandatos
imposibles que le hubieran obligado a gastos
demasiado considerables, e imperturbable, aun
manteniendo el número de internos sin disminuirlos
ni en uno sólo, preparó plaza para los huérfanos
del cólera. El número de alumnos subió a
novecientos.
Después de estas inspecciones, el Oratorio no
sufrió más fastidios por la higiene. Y el
Gobierno, los Municipios y la Comisión de Ancona
no desistieron de mandarle los muchachos que se
quedaron sin padres. Precisamente el comendador
Bona, Senador del Reino, Director de Ferrocarriles
en el Ministerio de Obras Públicas, sin dar
importancia a las diatribas de los periódicos,
recomendaba al joven Carlos Cerruti de Turín, el
cual fue aceptado en el Oratorio.
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