((**Es8.157**)
-Con mucho gusto.
-Muy bien. Vosotras sabéis que está escrito:
Oboedite praepositis vestris... (Obedeced a
vuestros superiores...). Por tanto...
Mas la Superiora, oída la antífona,
interrumpió:
-Pero esto no se refiere a la predicación, ni a
la perfección. Son cosas de confesión, que
solamente se deben tratar con el director
espiritual.
->>Habéis dicho que tenéis a don Bosco en
concepto de santo y ahora no le queréis escuchar?
-Usted perdone; pero no debe llevarnos a estas
cuestiones; ya pensamos nosotras en ellas.
-Está bien; pero espero...
Mas no pudo proseguir, puesto que con todo
descaro corrieron la cortina, y tuvo que
retirarse.
Volvió al día siguiente y extrañamente tuvo la
más cortés recepción. Quería el Siervo de Dios
probar una vez más a ver si podía reducirlas a
buenos sentimientos. A un cierto punto les dijo:
-Quiero hablaros como un padre, como un amigo.
-Diga don Bosco: >>desea una taza de café?
-No, gracias. Más bien quisiera que pensaseis
un poco... en vuestras disensiones con el
Obispo...
->>Prefiere una limonada fresca?
-Permitidme que os diga: no reflexionáis en las
consecuencias...
((**It8.174**)) -Estas
cosas, don Bosco, son asunto nuestro. Usted no
debe meterse. Son cosas del espíritu, de
conciencia; no piense en ellas.
Le interrumpieron la conversación y su
caritativa intención no consiguió nada.
El Obispo no tuvo más remedio que cerrar el
convento y desperdigar las monjas. Dos de ellas
fueron después a visitar a don Bosco, pero seguían
obstinadas en sus ideas contra el Obispo.
<>cómo podrá florecer la
santidad? Donde, por el contrario, reina una
humilde obediencia, allí triunfa la gracia>>.
A la vuelta de esta breve visita, y oyendo que
la salud de don Francisco Provera no mejoraba,
tomó el Venerable una determinación que esperaba
le ayudaría: que fuera a respirar los aires
nativos.
(**Es8.157**))
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