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a aquéllos cuyos dones habían sido aceptados por
María. Con gran dolor vi que los que habían sido
puestos aparte eran más numerosos de lo que yo
creía.
Salieron por ambos lados del altar otros dos
ángeles que sostenían dos riquísimas cestas llenas
de magníficas ((**It8.131**)) coronas
hechas con rosas estupendas. No eran rosas
terrenales, sino como artificiales, símbolo de la
inmortalidad.
Y el Angel de la Guarda fue tomando una a una
aquellas coronas y coronó a todos los jóvenes
formados ante el altar.
Las había grandes y pequeñas, pero todas de una
belleza incomparable. Os he de advertir que no
solamente se hallaban allí los actuales alumnos de
la casa, sino también muchos más que yo no había
visto nunca.
En esto que sucedió algo admirable.
Había muchachos de cara tan fea que casi daban
asco y repulsión; a éstos les tocaron las coronas
más hermosas, señal de que a un exterior tan feo
suplía el regalo de la virtud de la castidad, en
grado eminente. Muchos otros tenían la misma
virtud, pero en grado menos elevado. Muchos se
distinguían por otras virtudes, como la
obediencia, la humildad, el amor de Dios, y todos
tenían coronas proporcionadas al grado de sus
virtudes. El Angel les dijo:
-María ha querido que hoy fueseis coronados con
hermosas flores. Procurad, sin embargo, seguir de
modo que no os sean arrebatadas. Hay tres medios
para conservarlas: 1.° humildad, 2.° obediencia, y
3.° castidad; son tres virtudes que siempre os
harán gratos a María y un día os harán dignos de
recibir una corona infinitamente más hermosa que
ésta.
Entonces los jóvenes empezaron a cantar ante el
altar el Ave maris Stella.
Terminada la primera estrofa, y
procesionalmente, como habían llegado, iniciaron
la marcha cantando: Load a María, pero con voces
tan fuertes que yo quedé estupefacto, maravillado.
Les seguí durante un rato y luego volví atrás para
ver a los muchachos que el Angel había puesto
aparte: pero no los vi más.
Amigos míos: yo sé quiénes fueron coronados y
quiénes fueron rechazados por el Angel. Se lo diré
a cada uno en particular para que todos procuréis
ofrecer a María obsequios que ella se digne
aceptar.
Mientras tanto, he aquí algunas observaciones:
La primera.-Todos llevaban flores a la Virgen
y, entre ellas, las había de muchas clases, pero
observé que todos, unos más otros menos, tenían
espinas en medio de las flores. Pensé y volví a
pensar qué significaban aquellas espinas y
descubrí que significaban la desobediencia. Tener
dinero sin licencia y sin querer entregarlo al
Administrador; pedir permiso para ir a un sitio y
después ir a otro; llegar tarde a clase cuando ya
hace tiempo que están los demás en ella, hacer
merendolas clandestinas; entrar en los dormitorios
de otros, lo que está severamente prohibido, no
importa el motivo o pretexto que tengáis;
levantarse tarde por la mañana; abandonar las
prácticas reglamentarias; hablar en horas de
silencio; comprar libros sin hacerlos revisar;
enviar cartas por medio de terceros para que no
sean vistas y recibirlas por el ((**It8.132**)) mismo
medio; hacer tratos, comprar y vender cosas entre
vosotros: esto es lo que significan las espinas.
Muchos de vosotros preguntaréis si es pecado
transgredir los reglamentos de la casa. Lo he
pensado seriamente y os respondo que sí. No digo
si ello es grave o leve; hay que regularse por las
circunstancias, pero pecado lo es. Alguno me dirá
que en la ley de Dios no se habla de que debamos
obedecer los reglamentos de la casa. Escuchad:
está en los mandamientos:
-íHonrar padre y madre! >>Sabéis qué quieren
decir las palabras padre y madre?
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