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((**Es8.111**) hermosa visión de Ella entre esplendores resplandecientes y acompañada de las dos santas. No es menester decir la estupefacción de aquellos afortunados y los preciosos frutos alcanzados. Firmóse entre los dos pueblos una paz que nunca más se alteró. La Santísima Virgen añadió, como suele hacerlo, muchos otros favores, y los enfermos que la invocaban encontraban alivio y salud. Rápidamente se construyó una capillita con la imagen de María, al Pie del Bonicca. Esta fue ampliada y decorada con el andar del tiempo, y honrada con la concurrencia de devotos y los favores de la celestial Patrona. Existe el acta extendida por el notario Miguel de Padio en aquellos mismos días sobre las dos apariciones y la curación instantánea de cuatro enfermos, con juramento del feudatario don Gregorio Spínola y los más notables de Campofreddo y Masone en nombre de los dos pueblos. Así hablaba don Bosco; mientras tanto, como si no tuviese nada más que hacer, terminaba un nuevo librito. Era el número para las Lecturas Católicas del mes de junio, con el título: La paz de la Iglesia, o sea, el Pontificado de san Eusebio y san Melquiades, últimos mártires de las diez persecuciones. Era su último opúsculo sobre la vida de los Papas, y va señalado con la letra P, indicadora del número de opusculitos publicados sobre este mismo tema. Este fascículo comienza con unas nociones topográficas de la ciudad de Roma. El Siervo de Dios hubiera querido continuar su trabajo histórico hasta Pío IX, pero muy a su pesar hubo de suspenderlo, primero, y después renunciar a él, ya sea porque se le extraviaron algunos cuadernos, ya sea porque le faltaba el tiempo. Pero ansiaba vivamente que alguien lo prosiguiese y llevase a término, aunque estuviera acabado después de su muerte; y hasta se lo aconsejó a alguno, pero no fue atendido porque urgían demasiado otras labores. Así que don Bosco no vio continuado su plan de hijo amoroso de la Iglesia, pero basta lo escrito por él para darnos el alto concepto de su erudición. El doctísimo monseñor Luis Tripepi, que fue Cardenal de la Santa Iglesia, nombra en sus obras a don Bosco como uno de los escritores más insignes de la ((**It8.118**)) Iglesia, y cita con frecuencia las biografías de los Papas de los primeros siglos, escritas por el Venerable, y entresaca varios fragmentos haciendo de los mismos los más cálidos elogios. En sus Estudios críticos sobre la vida del Papa Pío I, impresos en Roma en el 1869 por Pedro Marietti, tipógrafo pontificio, dice que <> y <>. <(**Es8.111**))
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