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estudios o para el trabajo, según el caso, a casi
un millar de muchachos, con gran provecho para
ellos mismos y también para la sociedad, porque
muchos de ellos han sido recogidos en la calle,
que los conduce a la cárcel, a galeras o aún peor.
Si queréis una prueba del modo sencillísimo con
que tiende sus redes a estos pajaritos, revolantes
de un lado para otro, ved lo que sucedió hace
pocos días.
Encontróse don Bosco con tres granujillas de
unos diez años, que jugueteaban en la calle. Don
Bosco, como suele hacer cuando se encuentra con
muchachos con pinta de abandonados, se acercó a
ellos para decirles una palabra cariñosa y ver el
modo de ayudarles. Y les dijo:
-Hola, muchachos, >>qué hacéis aquí:
-Nos entretenemos.
-Y >>no podríais ir a trabajar?
-Con gusto iríamos, si encontráramos trabajo;
pero estamos como usted ve tan sucios y
andrajosos, tan cargados de fratelli d'Italia (de
miseria) que nadie nos admite para trabajar.
-Pero si alguien os pusiera limpios y os diera
ocupación, >>aceptariais?
-íClaro que sí!
-Entonces, venid conmigo.
Dicho y hecho; los tres rapazuelos, contentos y
avergonzados, siguieron al buen sacerdote que los
llevó al Oratorio. Allí les hizo limpiar, lavar,
vestir con ropa nueva de pies a cabeza y los puso
a trabajar. Los tres mocitos responden al cariño
de su bienhechor con asiduidad al trabajo y con un
reconocimiento que se manifiesta en actos de
respeto y de amor siempre que le ven. Aquellos
tres pobrecitos estaban encaminados a la cárcel y
a la horca. Ahora se convertirán en inteligentes y
honestos trabajadores, como cientos y cientos de
compañeros suyos en el Oratorio...>>.
Jamás se enfrió esta generosidad de don Bosco y
más tarde atestiguaba el teólogo Leonardo
Murialdo: <((**It8.113**))
artesanitos, ya que no podían ser admitidos en el
mío por algún motivo>>.
Y tenía para sus alumnos, a quienes conocía por
nombre y apellido, un afecto apasionado por la
salvación de sus almas. Habiendo sabido en una
ocasión que uno de éstos había cometido una grave
falta, lo sintió tanto que no pudo dormir en toda
la noche y lo contaba a la noche siguiente desde
la tribuna, lamentándose de la ofensa hecha a Dios
y mostrándose muy apenado.
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