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((**Es8.105**) Perdone, bonísimo Señor, mi audacia; no me olvide en sus oraciones, mándeme si me cree útil para servirle de algún modo, y permítame profesarme. De usted, muy reverendo. La condesa... Parece que tantas y tan nobles relaciones deberían haber liberado a don Bosco de toda preocupación, lo mismo para la iglesia que para la manutención de sus muchachos. Pero no era así. Los enormes gastos que aquélla requería, le hacían más difícil la manutención del internado y de los Oratorios, y ((**It8.110**)) su plena confianza en la protección de María Santísima sufría a menudo duras pruebas, para que la caridad tuviese el mérito del sacrificio y para que su oración subiese continuamente con fervor al trono de las gracias. A la Santísima Virgen le complacían las plegarias de su devoto: Ascendit justi deprecatio, et descendit Dei miseratio (asciende la petición del justo y desciende la misericordia de Dios), ha dicho san Agustín. En consecuencia, apreturas y socorros se alternaban cada día. Una carta de don Bosco al marqués de Fassati lo demuestra: Turín, 18 de abril de 1865. Ilmo. y queridísimo señor Marqués: Si quiere ganar el jubileo, señor Marqués, ahora es un tiempo oportunísimo; me encuentro en la necesidad de pagar tres mil liras al panadero mañana por la mañana antes de las diez y no tengo por el momento ni un céntimo. Me encomiendo a su caridad a fin de que haga lo que pueda en esta necesidad excepcional; esto es verdaderamente dar de comer a los hambrientos. A lo largo del día pasaré a visitarle y usted me dará lo que el Señor y la Santísima Virgen inspiren a su corazón. Dios bendiga a usted, señor Marqués, a la señora Marquesa y a Acelia, y les dé a todos salud y gracia con un buen premio en la patria de los bienaventurados. Amén. Con todo el afecto me profeso. De V. S. benemérita y carísima. Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Unos días más tarde escribía a un noble señor de la parte de Cúneo, que caritativamente le había prestado una cantidad sin intereses: Ilmo. señor Barón: Creo que el caballero Oreglia no guardó en la memoria la fecha fijada para devolver a V. S. Ilma. la suma de dos mil liras, que prestó en favor de esta pobre casa; y tampoco yo podía acordarme de ella en aquel momento. Ahora que usted me la recuerda, espero en que la divina Providencia me ayudará a ((**It8.111**)) satisfacerla en la (**Es8.105**))
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