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((**Es7.96**) detenían para contemplar algún objeto y admirar su belleza y preciosidad, aquel buen campesino no daba la menor señal de admiración; nada llamaba su atención. Yo decía para mí: >>-Es posible que entre tantos objetos no haya uno que le agrade? >>Anduvimos todavía un rato, hasta que al fin, llegamos a un sitio donde había, entre los regalos, un magnífico y grueso salchichón. >>-íEste sí que es verdaderamente hermoso!, exclamó entonces el campesino, atónito ante aquella maravilla. >>Nos echamos todos a reír por la anécdota: y dijeron algunos en voz baja: >>-Quiere acaso compararse con un salchichón?>>. Aquellas palabras parecían una broma, pero representaban fielmente el humilde concepto que don Bosco tenía de sí mismo y que ninguna alabanza podía halagar su corazón. Así mismo <>-Calle, nunca he dicho que fuera yo y ínadie debe saberlo!>>. Don Domingo Bongiovanni observó: <((**It7.103**)) colaboradores. Yo mismo, el día de la primera misa de mi hermano José, 21 de diciembre de 1862, al elogiar a don Bosco, rodeado de los alumnos del Oratorio y decirle: -El Papa hablando de ti ha empleado la palabra Santo, no advertí en él cambio alguno en el semblante, ni señal de complacencia. Los más atentos observadores jamás sorprendieron en él ningún indicio de amor propio en semejantes circunstancias>>. Entre tanto los premios recaudados hasta entonces eran trescientos ochenta y tres y el más notable era un cuadro pintado al óleo, que representaba las tentaciones de San Antonio, valorado en seis mil liras, obra del caballero Federico Peschiera, profesor de la Academia Ligurina de Génova. Los tasadores oficiales hicieron la lista(**Es7.96**))
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