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Alguien tachó a don Bosco de ser demasiado
insistente suplicando caridad; pero él
acostumbraba decir que era necesario hacer el bien
y tener los medios. Ex nihilo, nihil. Sin dinero
no se puede hacer nada o muy poco. También los
santos más eminentes habían sufrido su necesidad.
El era habilísimo para recogerlo, porque Dios
evidentemente le había regalado semejante don.
Su palabra producía milagros de persuasión. Un
día había predicado sobre el desprendimiento de
los bienes temporales, y pocos minutos después de
bajar del púlpito, vio presentársele un señor que
la misma mañana le había entregado, como préstamo,
doce mil liras.
-He aquí, le dijo aquel caballero presentándole
el recibo; es un papel que puede usted hacer
pedazos, yo no lo necesito. Mis ojos se han
abierto a la verdadera luz con sus palabras. Sólo
Dios, sólo Dios basta.
Después de unos años, aquel bienhechor
abandonaba el siglo, renunciaba a una inmensa
fortuna para hacerse pobre y vivir en pobreza con
don Bosco.
Alguno, intentando menoscabar el mérito de don
Bosco, se atrevió a decir:
-Ha realizado el bien con el dinero de los
demás.
-Pero esto es precisamente lo que le hace
admirable. Si él hubiera sido millonario y hubiese
construido con sus propios medios sus colegios, no
habría razón para maravillarse. Habría dado un
poco de la riqueza ((**It7.93**)) recibida
de Dios. Pero él, sin nada, interesó a los ricos
en favor del pobre, amplió la beneficiencia, hizo
partícipes de su mérito a los bienhechores, unió
más íntimamente el lazo de fraternidad entre los
que poseen mucho y los que viven en la miseria.
Por eso sus obras sobrepasan las fuerzas humanas.
El Señor añadía a la eficacia de su palabra, la
de sus escritos. Y no
sólo recurría a las familias de una ciudad,
provincia o nación, sino al mundo entero para
alcanzar su fin, que era mundial. De aquí que
fuera necesaria la publicidad. Atrevido y tenaz en
la manifestación de sus proyectos, no se escondía
tras una taciturna modestia. Humilde y modesto por
sí mismo, sabía que estaba obligado a dar a
conocer a todos su misión.
Al mismo tiempo persuadía con sus obras a
muchas poblaciones que no se sentían con arrestos
para emprender nuevas instituciones en épocas de
miseria, a reconocer la propia facultad caritativa
y a edificar hospicios colosales.
Don Bosco, pues, recurría a la prensa. Así
había hecho anteriormente, (**Es7.88**))
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