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orden y tranquilidad inalterables. Don Bosco ha
llegado al momento feliz de no tener que castigar
a ninguno de sus muchachos, porque ninguno lo
merece. Y si alguna rara vez, uno se hace digno de
corrección, bástale a don Bosco no dirigirle, como
acostumbra hacer con todos, una mirada bondadosa,
o no permitirle que le bese la mano, para
conseguir que el culpable se arrepienta con el más
vivo dolor. Si, en rarísimos casos, ha prolongado
don Bosco esta actitud durante tres días, se ha
visto siempre que el muchacho caía enfermo de pura
pena.
Después de esto, si alguien volviese a alabar y
magnificar el progreso de la civilización llegado
al colmo en Inglaterra, en virtud del principio
protestante, no debemos hacer otra cosa para
responderle de modo concluyente, más que
insinuarle que vaya a visitar los centros abiertos
para los pilluelos por el gobierno inglés, y los
abiertos en Italia, no por el gobierno, sino por
la caridad de los Lazaristas, de los Montebruno y
de los don Bosco, dignos imitadores de nuestro
Felipe Franci 1.
íOh! Quiera el Señor suscitar también en
Florencia un nuevo Franci, semejante a éstos, que
extienda su benigna mano amparadora a los
golfillos y golfillas tan multiplicados en
nuestros días. Existen ya algunas almas piadosas,
las Hermanas de la Caridad, las de Santa Dorotea,
las de las Santas Llagas y las del Crucificado,
que hacen cuanto pueden para salvar niñas y
jovencitas; pero no bastan más que para redimir
una parte. El mayor número queda todavía por las
calles y espera una alma generosa que las recoja.
También los muchachos empiezan a tener en
Florencia sus bienhechores. Hay una asociación de
sacerdotes en san Lorenzo, que ha abierto para
ellos unas escuelas nocturnas; existe la
Asociación de San Francisco de Sales, que les
atiende y lleva en el corazón nuevas empresas;
está asimismo la Conferencia de San Vicente de
Paúl, que extiende una mano amorosa; pero todo
esto es poco todavía. Se necesita otro Franci,
otro don Bosco. Aguardamos que el Señor los haga
surgir, tal vez entre los mismos que con tanto
amor consagran ya su vida en favor de los
golfillos.
1 Felipe Franci. Debió ser alguien que se
distinguió mucho por sus obras de caridad locales.
Es el hecho que no he logrado obtener la menor
noticia de él. Lo siento. (N. del T.).
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