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quiero dar a entender cuando digo a veces a los
jóvenes íánimo, amigo mío! Voy a contestarles hoy.
Cuando les dirijo la palabra ánimo, pero sin
repetirla, quiero decir que el demonio da vueltas
a su alrededor buscando derribarles. Cuando digo
ánimo y levanto este dedo, que el diablo ya les ha
vencido, y es preciso que se rehagan. Fijaos,
queridos amigos; alguna vez digo esta palabra para
reír, pero en general la suelto porque estoy
seguro de lo que digo, porque si vosotros vieseis
lo que yo veo, lo que yo he visto ya de algunos de
vosotros, gritaríais de miedo. De ahora en
adelante evitaré deciros ánimo, en broma. Pero
vosotros, a partir de hoy, íalerta! Siempre que yo
os diga: ánimo, amigo mío, ánimo, es que veo al
demonio a vuestro alrededor o en vuestras almas, y
entonces estad atentos para combatirle.
A aquéllos que escapan de mi presencia, que
parece tienen miedo de mí, les añado:
->>Amigos míos, por qué huís? A vosotros no os
diré cuatro veces ánimo, sino hasta quince veces,
pues todo es necesario para salir del estado en
que os encontráis.
Acostumbro también a repetir otra frase de
cuando en cuando a algún muchacho. Cuando yo os
digo:
-Amigo mío, >>quieres que hablemos de tu alma?,
significa que en vuestra alma hay algún lío,
alguna confesión mal hecha, o acaso algún enredo
inminente. Recordadlo.
Mis queridos jóvenes, escuchad por caridad mis
palabras, servíos de los medios extraordinarios
que el Señor os ofrece. Os lo digo porque os amo y
lo que digo es verdad.
De los días 29 y 30 de diciembre, no tenemos
más que dos cartas de don Bosco: una dirigida a
Roma, a un Monseñor de la Sagrada Congregación de
Obispos y Regulares, y otra a Mirabello para don
Juan Bonetti.
((**It7.847**))
Reverendo Monseñor:
Un buen eclesiástico amigo mío, que ya estuvo
encarcelado por la buena causa, va a Roma. No
necesita más que algún buen consejo para que pueda
ver las principales maravillas de la Urbe, a
satisfacción y con fruto.
Creo que el reverendo Mentasti ya le habrá dado
las veinticinco liras que usted se dignó entregar
para las dispensas y rescriptos de estos pobres
clérigos. Es la tercera vez que las envío. Quería
yo quedar bien ante usted con mi puntualidad; mas
no he podido. Creo que V. S. Revma. es enemigo del
dinero y que por eso no quiere ir a su casa, que
yo imagino toda llena de oro celestial y de
virtud. De todos modos yo se lo agradezco y le
deseo todas las bendiciones del cielo. Si alguna
otra vez ocurriese cualquier cosa de este u otro
género, el sacerdote Piola, portador de la
presente, está encargado de hacer y pagar cuanto
fuere preciso.
El conde y la condesa Bosco agradecieron
sumamente sus cristianas felicitaciones y me
encargan especialmente agradecérselo y desearle
los mejores auspicios para su apreciada persona.
Yo me encomiendo juntamente con mis muchachos a
la caridad de sus santas
(**Es7.720**))
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