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((**Es7.717**) o pensado cometer pecado mortal, está obligado a la restitución por injusta detracción. Y a propósito de robar, añadiré que son ladronzuelos los que, no satisfechos con tener el pan suficiente a la hora de comer y de cenar, lo apañuscan en la despensa; los que rompen sillas, cristales, sobre todo si lo hacen con mala intención; y están obligados a resarcir el daño que producen en el Oratorio con una restitución. Pero conozco a algunos de estos ladronzuelos que roban a los compañeros, y les digo que dejen de robar y que devuelvan lo hurtado. Si quieren que yo les ayude, vengan a decírmelo en confianza y prometo arreglarlo todo sin que nadie se entere; les aseguro que no tendrán ningún castigo: mas, si rehúsan cambiar de conducta y son descubiertos por otros, sepan que no dudaré en llamarles ladrones delante de todos. ((**It7.843**)) Y ahora, dejando de lado estas miserias, que agradan muy poco a los buenos, os diré algo que os alegre. Voy a contaros lo que me ocurrió hoy, mientras venía de Vercelli a Turín. Había en el vagón en que yo entré, un señor, que estaba hablando de la confesión. Tan pronto como me vió, se dirigió a mí y exclamó: -íHola, señor cura! Diga usted algo de esto. Me senté y le pregunté: ->>Sabría usted, señor, >>quién inventó la confesión? -Es sabido, contestó él; el Concilio de Trento. ->>Y sabría decirme en qué época se celebró este Concilio? -En tiempos de san Bernardo, respondió. ->>Y san Bernardo en qué época vivió? -En la de san Agustín. Ante aquella gala de erudición histórica estalló una carcajada general en el vagón. Entonces yo proseguí. -Mire, el Concilio de Trento se celebró hace cerca de trescientos años. San Bernardo murió hace seiscientos; desde que existió san Agustín han transcurrido mil cuatrocientos, y hace cerca de mil ochocientos cincuenta años Jesucristo instituyó este gran sacramento. Mi contrincante quedó calladito y después agregó: -Lo digo sinceramente; a mí no me gusta confesarme. -Muy bien, yo le enseñaré cómo. -Así me agrada: es el primer cura que enseña la manera de no confesarse, >>como es? -No cometiendo pecados. -Yo no los cometo. -Le felicito, pero le advierto que, a las primeras palabras que usted dijo, ya pronunció el nombre de Dios en vano. -Es verdad, no lo pensé. -Y, si usted me permitiese que le preguntara, ya vería cómo tiene alguna cosa más en la conciencia. -Pregunte, se lo autorizo. -En público no, porque le molestaría a usted y ofendería los oídos de estos señores. -Pregunte tranquilamente, yo no lo tomaré a mal. -En público no; será mejor que lo que quiero decirle se lo diga al oído. -íSí! íSí! Le dije encontes en voz baja lo que quería decirle y él me contestó en alta voz: (**Es7.717**))
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