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mucho miedo a la muerte y no quería nunca oír
hablar de ella. Y así, cuando en la capilla del
palacio Vaticano se predicaba, prohibía al orador
tratar de este tema; si se hacía leer un libro
ordenaba suprimiesen los capítulos que hablaban de
ella; si leía él a solas, saltaba los capítulos
que la mentaban.
Cuando murió, el escultor que construyó su
panteón, le esculpió magníficamente sobre el
sarcófago, tomando la idea de su temor. El Papa
está en el momento de expirar. La muerte está
agazapada bajo el lecho y, sacando la descarnada
cabeza, extiende la mano esquelética para
agarrarlo. El Papa brinca, estando sentado,
asustado por aquella fea figura, pero no puede
huir.
Hay muchos en el mundo que no quieren recordar
la muerte. Amigos míos, no penséis en ella, pero
queramos o no, ha de llegar.
Acabo con una flor. Mañana pidamos al buen
Jesús la gracia de que nos
haga un pequeño hurto; >>y sabéis cuál? Que venga
a robar el corazón de todos vosotros y también el
mío; porque sería demasiada desventura para mí, si
vuestro corazón estuviese lleno de amor de Dios, y
el mío, frío como el mármol, en desgracia suya.
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