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((**Es7.713**) mucho miedo a la muerte y no quería nunca oír hablar de ella. Y así, cuando en la capilla del palacio Vaticano se predicaba, prohibía al orador tratar de este tema; si se hacía leer un libro ordenaba suprimiesen los capítulos que hablaban de ella; si leía él a solas, saltaba los capítulos que la mentaban. Cuando murió, el escultor que construyó su panteón, le esculpió magníficamente sobre el sarcófago, tomando la idea de su temor. El Papa está en el momento de expirar. La muerte está agazapada bajo el lecho y, sacando la descarnada cabeza, extiende la mano esquelética para agarrarlo. El Papa brinca, estando sentado, asustado por aquella fea figura, pero no puede huir. Hay muchos en el mundo que no quieren recordar la muerte. Amigos míos, no penséis en ella, pero queramos o no, ha de llegar. Acabo con una flor. Mañana pidamos al buen Jesús la gracia de que nos haga un pequeño hurto; >>y sabéis cuál? Que venga a robar el corazón de todos vosotros y también el mío; porque sería demasiada desventura para mí, si vuestro corazón estuviese lleno de amor de Dios, y el mío, frío como el mármol, en desgracia suya. (**Es7.713**))
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