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si no nos conoce perfectamente? Por eso, es
preciso que no tengáis dos confesores, uno para
diario y otro para las fiestas; que cuando pesa
sobre la conciencia algo más grave de lo
acostumbrado, o que al menos os lo parece, vayáis
a confesaros con otro distinto del ordinario; de
este modo sucederá que vuestro confesor espera
tratar con un angelito, cuando por el contrario lo
hace con un diablillo y dará un juicio muy
distinto del verdadero. En consecuencia marcharéis
hacia un destino que el Señor no quería para
vosotros.
Peor aún, si hacéis como algunos muchachos que,
cada vez que se confiesan, cambian de confesor y
parece que van a probarlos a todos para conocer de
qué gusto son. Entonces, mis queridos amigos, os
digo sinceramente: mi deseo es que elijáis un
confesor y que vayáis siempre con el mismo, si
queréis saber lo que el Señor desea de vosotros.
Confesores extraños a la casa vienen pocos, pero
tenéis tantos en ella que podéis elegir uno que os
agrade.
Esta regla no es necesaria para los aprendices.
Su vocación ya está determinada; se trata del
martillo, la sierra, los tornillos, la aguja y qué
sé yo. Mas, para los estudiantes, cuya vocación no
está todavía bien definida, se precisa otra regla.
No obstante, no quiero decir con esto que quien
cambie de confesor haya faltado. Esto no. Antes
bien advierto que, si alguno tuviese, por
desgracia, un grave pecado en el alma y no tuviese
valor de confesarlo a su confesor ordinario, es
mucho mejor, antes que hacer una confesión
sacrílega, que vaya a otro confesor, y que lo
cambie aunque sea todas las veces. Es mejor estar
incierto sobre la propia vocación que cometer un
sacrilegio, callando un pecado en confesión. Mas
este tal, antes de decidir su vocación, haga al
fin del año una buena confesión general. El
confesor le escuchará con caridad, le ayudará a
decir lo que tiene vergüenza de declarar y le
indicará cuál es su vocación. Recordad, pues, que
el primer juez de vuestra vocación es el confesor.
Si vuestros padres, si el párroco, si el director
del centro de educación os aconsejaren haceros
sacerdotes; si vosotros mismos sintierais
inclinación de serlo, pero el confesor os dijese:
-Hijo mío, este estado no es para ti, nada valen
todas las demás opiniones; ésta sólo es la que
debéis seguir.
En el estado seglar hay además mucha diversidad
de oficios, profesiones, grados sociales. También
en esto es mejor someterse a lo que indique el que
conoce bien vuestro interior. Os podrá aconsejar,
por ejemplo: ser maestro no es para ti; ser
abogado, médico, o militar no te conviene. Elige,
en cambio, esta o aquella profesión o arte. El
confesor, hombre de experiencia, sabe de ello más
que vosotros. El os puede sugerir los medios para
realizar vuestra carrera. Ciertamente que, si
quisierais ser, por ejemplo, abogado y no
dispusierais de los medios, él no os los podrá
suministrar, mas al menos muchas veces podrá
señalaros la forma para conseguir vuestro fin.
((**It7.834**)) Las
charlas que don Bosco dirigió en los días
siguientes, prevenían a los muchachos contra la
maldad de los escandalosos y comunicaban los
últimos momentos y la muerte de un hermano laico
de la Pía Sociedad. Cumplíase la profecía, hecha
por el siervo de Dios unas semanas antes. Los
sufragios por las almas del purgatorio, la novena
de Navidad, el último aviso para triunfar en los
estudios y el pensamiento de la muerte le sugerían
también temas para sus charlas.
La Crónica anota el 13 de diciembre: <(**Es7.709**))
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