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((**Es7.702**) Cuando halléis dificultades no debéis desanimaros. >>Para qué vinisteis al Oratorio? íPara estudiar! Por tanto es lógico que hay que aprender lo que no sabéis. Y aprender lo que se ignora, supone un esfuerzo de la mente, más o menos grande, según el mayor o menor ingenio. Por consiguiente, ánimo; no se puede dejar la obra a la mitad. No hacen bien los que, al encontrar una dificultad, la saltan, diciendo: esto no lo entiendo, y pasan a otra cosa; no, no hay que pasar adelante hasta que la dificultad no esté vencida y superada. Y para conseguir esto, primero recurrid a Jesús y a María con alguna devota jaculatoria y veréis cómo desaparecen los obstáculos. No lo olvidéis nunca, mis queridos amigos; éste es el medio más eficaz para superar todos los escollos en el estudio, porque sólo Dios es el dador y padre de la ciencia y la da a quien quiere y como quiere. A María Santísima le decís todos los días en las letanías: Sedes Sapientiae, ora pro nobis. Ella es la sede de la sabiduría. Dirigíos a los maestros, a los asistentes, ellos se apresurarán a ayudaros y os darán todas las nociones y explicaciones que necesitáis. Os diré más: que no sólo os esforcéis y seáis perseverantes en vencer las dificultades, sino que os alegréis al encontrarlas, porque ellas aumentan el ingenio y hacen experimentar una dulce satisfacción cuando se logra superarlas. >>Qué ventaja hay en aprender lo que fácilmente se comprende? Añadid, además, que lo que se aprende con fatiga no se borra nunca de la mente. Así, pues, ánimo y buenas noches. La Crónica continúa: <>. Don Daniel Comboni, el gran misionero de Nigeria, después de haber estado en Roma a los pies de Pío IX para presentarle su proyecto para la regeneración de Africa, de viaje a París, pasó por Turín y se hospedó en el Oratorio de San ((**It7.826**)) Francisco de Sales. Despertó gran entusiasmo en los jovencitos, que le escuchaban maravillados al hablarles de sus misiones y sentían nacer en su corazón grandísimos deseos de acompañarle. También él se llevó una consoladora impresión y empezó desde entonces a admirar las obras de don Bosco y a amar tiernamente a sus numerosos hijos. Lo que más se grabó en su pensamiento sobre los Salesianos fue el hecho siguiente, que él llamaba milagroso. Encontró un sacerdote en el Oratorio, que estaba todavía conmovido con lo que les había contado la primera noche, y como le halló bien dispuesto, le invitó a partir con él al Africa. Aquel religioso, sin desconcertarse, le dijo: -Mire, Padre, si mi Superior me lo permite, yo tomo el breviario y su bendición y marcho enseguida. ->>Pero no tiene nadie más en quien pensar? -Tengo padre, madre y una hermana; pero si fuera a decirles (**Es7.702**))
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