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Cuando halléis dificultades no debéis
desanimaros. >>Para qué vinisteis al Oratorio?
íPara estudiar! Por tanto es lógico que hay que
aprender lo que no sabéis. Y aprender lo que se
ignora, supone un esfuerzo de la mente, más o
menos grande, según el mayor o menor ingenio. Por
consiguiente, ánimo; no se puede dejar la obra a
la mitad. No hacen bien los que, al encontrar una
dificultad, la saltan, diciendo: esto no lo
entiendo, y pasan a otra cosa; no, no hay que
pasar adelante hasta que la dificultad no esté
vencida y superada. Y para conseguir esto, primero
recurrid a Jesús y a María con alguna devota
jaculatoria y veréis cómo desaparecen los
obstáculos. No lo olvidéis nunca, mis queridos
amigos; éste es el medio más eficaz para superar
todos los escollos en el estudio, porque sólo Dios
es el dador y padre de la ciencia y la da a quien
quiere y como quiere. A María Santísima le decís
todos los días en las letanías: Sedes Sapientiae,
ora pro nobis. Ella es la sede de la sabiduría.
Dirigíos a los maestros, a los asistentes, ellos
se apresurarán a ayudaros y os darán todas las
nociones y explicaciones que necesitáis.
Os diré más: que no sólo os esforcéis y seáis
perseverantes en vencer las dificultades, sino que
os alegréis al encontrarlas, porque ellas aumentan
el ingenio y hacen experimentar una dulce
satisfacción cuando se logra superarlas.
>>Qué ventaja hay en aprender lo que fácilmente
se comprende? Añadid, además, que lo que se
aprende con fatiga no se borra nunca de la mente.
Así, pues, ánimo y buenas noches.
La Crónica continúa: <>.
Don Daniel Comboni, el gran misionero de
Nigeria, después de haber estado en Roma a los
pies de Pío IX para presentarle su proyecto para
la regeneración de Africa, de viaje a París, pasó
por Turín y se hospedó en el Oratorio de San
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Francisco de Sales. Despertó gran entusiasmo en
los jovencitos, que le escuchaban maravillados al
hablarles de sus misiones y sentían nacer en su
corazón grandísimos deseos de acompañarle. También
él se llevó una consoladora impresión y empezó
desde entonces a admirar las obras de don Bosco y
a amar tiernamente a sus numerosos hijos. Lo que
más se grabó en su pensamiento sobre los
Salesianos fue el hecho siguiente, que él llamaba
milagroso.
Encontró un sacerdote en el Oratorio, que
estaba todavía conmovido con lo que les había
contado la primera noche, y como le halló bien
dispuesto, le invitó a partir con él al Africa.
Aquel religioso, sin desconcertarse, le dijo:
-Mire, Padre, si mi Superior me lo permite, yo
tomo el breviario y su bendición y marcho
enseguida.
->>Pero no tiene nadie más en quien pensar?
-Tengo padre, madre y una hermana; pero si
fuera a decirles
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