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aplicados. Es éste el medio más adecuado para
aprovechar en el estudio.
Cuando estáis de recreo, acercaos a los clérigos o
a los compañeros más instruidos y pedidles un
detalle de geografía, explicación sobre ciertas
frases de autores clásicos, sobre alguna regla de
gramática, o sobre algún punto de historia.
Hablando entre vosotros con frecuencia de cosas
referentes a los ejercicios, a las lecciones, a
las traducciones, sacaréis mucho provecho. Durante
los paseos entreteneos también en semejantes
razonamientos y dejad la compañía de ciertos
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holgazanes y necios que ciertamente harían perder
más que conquistar la ciencia. Las conversaciones
inútiles o frívolas no sirven más que para disipar
la mente y enfriar el corazón. Dice el Sabio: Si
quieres llegar a sabio, trata con los que lo son.
El día 29 comenzaba la novena de la Inmaculada
Concepción y don Bosco había preparado las
florecillas en honor de María Santísima. Pero
aquella noche daba a los alumnos la noticia de la
muerte de un compañero, que confirmaba su
predicción. El 26 de noviembre había fallecido en
Lingotto, entonces suburbio de Turín, el joven
Bautista Saracco, de Alba, a la edad de dieciséis
años.
Don Bosco describía el doloroso acontecimiento.
El pasado año Saracco se portaba muy bien,
frecuentaba los Sacramentos y estaba siempre cerca
de don Bosco. Llegaron las vacaciones, fue a su
casa, regresó al Oratorio para proseguir los
estudios, pero muy distinto del de antes. Ya no le
vio don Bosco acercarse a los Sacramentos,
escapaba de su presencia; y, llamado muchas veces
por medio de algún compañero, no quiso nunca
condescender a las paternas invitaciones. Su salud
empezó a empeorar poco a poco; se ausentaba a
veces de clase por una rara debilidad que sentía;
pero nada hacía presagiar una seria enfermedad.
Entretanto don Bosco había anunciado el
ejercicio de la buena muerte y que un alumno del
Oratorio volaría a la eternidad. Saracco oyó las
palabras de don Bosco y aproximándose a un
compañero, bribón como él, le preguntó si pensaba
ir a confesarse. íQué suerte! El amigo respondió
que sí y entonces él decidió también recibir los
Santos Sacramentos, como realmente lo hizo. Si
hubiese dirigido la pregunta a otro compañero que
le hubiese contestado que no, acaso hubiese
descuidado ajustar las cuentas de su alma.
Habían transcurrido ocho días; cuando vio que
no podía atender a los estudios, se presentó, por
vez primera este año, a don Bosco para pedirle
permiso para ir a su casa.
((**It7.820**)) <>-Permiso para ir a casa.
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