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Don Bosco pensaba continuamente en sus jóvenes
y cómo procurarles lo necesario para la vida; no
dejaba escapar la más mínima oportunidad que le
ofreciese aun una pequeña probabilidad de
conseguir socorros. Nada le detenía: ni visitas,
ni viajes, ni cartas, ni buscar subsidios, ni
molestias, ni sacrificios de amor propio, ni
críticas, ni negativas. Ciertamente una heroica
virtud le sostenía en todo ello. No buscaba para
sí, sino para los pobrecitos que el Evangelio
llama miembros de Jesucristo.
De entre los muchos hechos conocidos por
nosotros mismos, exponemos el siguiente. El señor
Guenzati de Milán, comerciante en telas,
juntamente con su esposa, tuvo este año la suerte,
por medio de Antonio Sala, de conocer al venerable
siervo de Dios, y de convertirse en un gran amigo
y bienhechor. Sucedió, pues, que un representante
extranjero rechazó y devolvió una cantidad de
mantas que permanecían depositadas y ((**It7.810**))
retenidas en la aduana. Como a dicho señor no le
interesaba pagar los derechos de entrada de una
mercancía, que sabía estaba averiada, se la
ofreció como regalo a don Bosco para sus muchachos
pobres. Don Bosco aceptó y recurrió al Ministro de
Hacienda, señor Sella, invocando la exención de
aduanas en favor del Oratorio. Pero el 2 de agosto
de 1864, el secretario Beccari devolvía su
instancia con carta N.° 7954, del protocolo
particular, en la que manifestaba: <>.
A don Bosco no le sorprendió la respuesta, pero
quiso todavía realizar otra tentativa dirigiéndose
al Director General de Recaudación de Impuestos 1.
No sabemos si tuvo éxito esta segunda petición
pero don Bosco, aún antes de expedirla, había
enviado otra súplica al general Petitti, Ministro
de la Guerra, con la seguridad de ser atendido.
1 Ilustrísimo Señor
El sacerdote Juan Bosco, director del Oratorio
de San Francisco de Sales, a V. S. respetuosamente
expone que en marzo de 1862 habían sido devueltas
al señor Guenzati, de la razón social Canónica,
setecientas veinte mantas de lana por defectuosas
y apolilladas. De estas mantas, quinientas
cincuenta están en la aduana de Turín y ciento
setenta en Génova, en el puerto franco. Ahora
bien, este caritativo señor estaría dispuesto a
regalarlas a los muchachos pobres internados en
esta casa, pero sin pagar los gastos de aduana.
Por este motivo, el abajo firmante ruega
humildemente a V. S. Ilma. sean condonados los
mencionados gastos de aduana y permita sean
retiradas en favor de estos pobres muchachos, que
se encuentran en graves estrecheces frente a la
próxima temporada invernal por falta de ropa y de
mantas.
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