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había reunido un buen número se volvía a ellos,
les daba un regalito, acompañado de un buen aviso,
como por ejemplo, consolar a sus padres con su
buena conducta, quererse bien entre ellos como
otros tantos hermanos, ayudarse mutuamente, amar a
Dios de todo corazón; les contaba alguna
historieta, y les despedía la mar de contentos a
su casa; y nunca supuso que unos pelos,
conservados más largos que los otros, equivaliesen
a una profesión de fe política.
-íPolítica! Decía entre sí, ípolítica! >>Qué es
la política? Si me hubiesen hablado de esto cuando
era pequeñito habría creído que era la ciencia
para hacer la polenta, pero ahora sé muy bien que
la política no tiene nada que ver con la polenta,
aunque alguna vez pudiera hacer disminuir la
polenta, pero en suma, yo no me he ocupado nunca
de esto y no entiendo de política un comino, y es
curioso que mi coleta sepa de ello más que yo. En
resumidas cuentas, ya que es tan indiscreta, que
quiere meter la nariz donde no le importa, mañana
la mando a tomar vientos.
Y mantuvo la palabra; a la mañana siguiente, a
pesar de los enfados de su vieja hermana, la
coleta sufrió el corte fatal y el telégrafo podía
comunicarlo a las cuatro partes del mundo. No es
para decir la impresión que el hecho produjo en
todas las clases sociales principalmente en la de
los peluqueros, y el Hombre de bien tuvo que oír
de todo.
Un día salió a divertirse. y se encontró con un
antiguo amigo que, al verle sin su fiel compañera:
-íCómo!, exclamó, >>también tú te has hecho
masón?
Al oír el título de masón tuvo un nuevo estupor
el Hombre de bien.
-Esta es gorda, dijo; >>yo masón o qué sé yo?
>>Debería llevar la coleta hasta la muerte? Y
dicen después que hay libertad para ((**It7.793**))
todos... Libertad, un rábano. Si llevo coleta hago
mal, si no la llevo, peor. íVayan todos a que les
bendigan!
Y como era precisamente entonces cuando le
habían propuesto i r a cultivar patatas y
retirarse de la vida pública, esto sirvió para
reafirmarlo en su opinión.
Suerte para vosotros, mis queridos lectores,
que llegando yo a su casa en aquel momento, le
hice comprender que era ridículo convertirse en
esclavo de las habladurías de algunos charlatanes,
y que desde el momento en que él no se ocupaba ni
quería ocuparse de política, debía vivir tranquilo
y echar pelillos a la mar.
-íQué política, ni qué narices!, refunfuñaba.
>>De qué serviría que yo me dedicase a ella? Yo
confío en la Providencia. Suceda lo que suceda,
Dios sabrá sacar buen partido de todo para
practicar la caridad y conducir a la humanidad a
su destino.
Gruñó aún media hora, mientras lanzaba miradas
de fuego a su coleta cortada, que su anciana
hermana había colocado en señal de honor sobre un
armario de la habitación, envuelta en papel
dorado.
-Eres tú, mi coleta, la causa de todo esto,
decía entre dientes; suerte que estás ahí arriba
muy alta, de otra forma te arreglaría para las
fiestas.
Yo proseguí insistiendo, hasta que finalmente
entre mis palabras y las muchas cartas que le
animaban a ello, se atrevió a publicar este año
también su acostumbrado almanaque.
Y vosotros, queridísimos y nobilísimos
lectores, miradle con buenos ojos y, sobre todo,
al leerlo y hacerlo leer, procurad que el Hombre
de bien se convenza cada vez más de que,
publicando su aguinaldo, hace una obra buena.
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