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((**Es7.670**) Pero cuando, por fin, la necesidad de un pobrecito era evidente, don Bosco le abría las puertas de su Oratorio y se lo comunicaba a quien había hecho la recomendación con expresiones tan cumplidas que se ganaba un amigo más 1. ((**It7.787**)) Pero lo que más apremiaba a don Bosco eran sus clérigos. Apenas llegó a casa aquella misma noche, reunió en la iglesia a toda la Comunidad, y, después de las oraciones, bendijo e impuso la sotana a algunos jóvenes, entre los cuales estaba Francisco Bodrato. Era éste viudo: dejaba arreglados los intereses de su casa, y, atendida la educación de sus dos hijos, que había entregado a don Bosco, abrazaba la vida salesiana. Que el siervo de Dios conociese a los alumnos, llamados al estado eclesiástico, lo demostraba con los que ya le ayudaban en el Oratorio. Aquellos días se preparaban con presteza a los exámenes que debían rendir en el Seminario, y su aplicación consiguió la merecida recompensa. El 3 de noviembre, excepto cuatro que obtuvieron un bene, los demás tuvieron egregie, óptime o fere óptime 2. Dieciséis de ellos pertenecían a los cursos de Teología y seis a los de Filosofía. Puede parecer que su número había disminuido en comparación con los del año anterior; pero hay que considerar que se habían dotado de personal los colegios de Mirabello y de Lanzo, y que alguno se encontraba enfermo. Otros cinco habían ingresado en el Seminario y don Bosco no les olvidaba. En efecto él escribía al canónigo Vogliotti, Rector del Seminario: 1 Ilustrísimo Señor: He recibido una carta en la que V. S. Ilma. me recomendaba al pobre muchacho Santiago Cenu…, de Roretto. Con gusto le participo que, vistas las circunstancias que rodean la necesidad del muchacho, y más aún la persona que le recomienda, le admito cuando y como sea, a fin de que goce de salud y esté atendido en su persona. Ruégole solamente lo advierta a quien corresponda, para que lo traiga, y sin más será recibido y destinado a estudiar o a aprender un oficio, según la capacidad y aptitudes del mismo. Me complace en esta primera ocasión en que escribo a V. S. Ilma. recomendar a su bondad y benevolencia a los pobres muchachos de esta casa (que son cerca de ochocientos) y ofrecerme a sus servicios en cuanto me sea posible. Tengo el alto honor de poderme profesar con la mayor estima. De V. S. Ilma. Turín, 19 de octubre de 1864. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 2 Bene, egregie...: así se llamaban las calificaciones de exámenes, que podían equivaler a las nuestras de bien, notable, sobresaliente y casi sobresaliente (N. del T.) (**Es7.670**))
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