((**Es7.666**)((**It7.782**)) Roma,
29 de noviembre de 1864.
Amadísimo don Bosco:
Por mediación del reverendo padre Crescentino
le envío la deseada conmutación del rezo del
oficio. Está concebida en este sentido: que V. S.
escoja un confesor, el cual abra la enviada
facultad de conmutar a vuestra señoría el rezo del
breviario por cualquier otra oración vocal, aunque
sea brevísima; tal me dijeron que era el estilo de
dispensar en circunstancias similares.
En cuanto a las dimisorias, tenga paciencia por
ahora; me aseguraron que es un asunto inoportuno,
tanto más que entre los artículos de nuestra
Congregación está también el de someter los
miembros de la misma al Ordinario del lugar donde
residen: por consiguiente ofrezcamos al Señor la
privación de lo deseado y agradezcámosle lo
obtenido.
Acerca de la lotería, he aquí mi parecer. No
creo conveniente determinar, al anunciarla, el
lugar donde se hará, esto es, si en Turín o en
Roma. Si recogiéramos mucho se podría hacer
también en Roma, mas sólo cuando la generosidad de
los romanos iguale a la de algunos otros, entonces
creería fuera de lugar el exponer los dos objetos
del Santo Padre sin imitadores... Esto según mi
pobre parecer; S. V. sabrá juzgar mejor.
La facultad de leer libros prohibidos para sus
sacerdotes la he alcanzado absolutamente como para
grandes doctores; sin embargo, para los clérigos,
se pensó de otro modo; esto es, que el Santo Padre
conceda a V. S. una facultad amplísima para
conceder dicha licencia a sus jóvenes, vez por
vez, y a quien crea conveniente, y se encargó el
mismo padre Módena de dirigirse a Su Santidad y
pedirla; y, apenas conseguida, ya me daré prisa
por trasmitírsela a V. S...
EMILIANO MANACORDA
Don Bosco recibió con agrado, también para
mayor tranquilidad de su conciencia, el indulto de
la conmutación del Breviario. No obstante él
siempre procuraba rezarlo por entero o en parte,
de acuerdo con el tiempo que le quedaba en medio
de las continuas ocupaciones. Por eso lo tenía
siempre sobre el escritorio y lo llevaba consigo
en sus viajes. Cuando más tarde crecieron las
indisposiciones físicas y la debilidad de su
vista, aún entonces tuvo por norma leer al menos
alguna breve parte cada día. Al fin, en los
últimos años, cuando no podía de ninguna manera,
se informaba ((**It7.783**)) por los
demás del oficio del día y a veces se hacía leer
las lecturas. Así lo afirmaban monseñor Cagliero,
don Miguel Rúa y don Joaquín Berto.
Mas don Bosco, apenas llegó a casa, quiso
cumplir su deuda de gratitud con todos los que,
durante la excursión, habían recibido y atendido
tan amablemente a sus alumnos. Escribió cartas a
todos y les regaló libros por él escritos.
Naturalmente obtuvo respuestas,
(**Es7.666**))
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