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((**Es7.661**) podría abrir a tal fin una suscripción para hacer después ((**It7.776**)) una lotería: respondí que yo mismo había hablado y combinado el modo con los directores de los principales periódicos de Roma, y que esperaba contestación de una mía que le escribí a propósito. Entonces el Santo Padre dijo: Muy bien, estupendo; ayudad a ese santo varón, yo por mi parte os daré dos cositas. Se levantó y me dio dos pequeños objetos muy bonitos, que, aunque no sean de gran valor, podrán muy bien servir de estímulo a los demás para seguir su ejemplo y así haremos buena colecta para la casa del Señor. Dijo más: Si no se llegara a hacer dicha lotería, don Bosco permitirá que uno de estos objetos lo retenga usted como recuerdo mío; o bien, si usted quiere ofrecer algo a don Bosco, él, que le estima a usted tanto, se lo dejara. El objeto que yo conservaría gustoso, como recuerdo de Su Santidad, sería una crucecita de oro. Conversamos mucho rato sobre su casa y le informé de todo, según las instrucciones que V. S. me dio antes de mi partida. Qué dice, pues, mi querido don Bosco? Debemos hacer esta suscripción o no? Mi opinión sería afirmativa. Si luego no resultase muy abundante, paciencia; algo conseguiremos; la bendición del Santo Padre, impartida con tanto cariño, no será estéril y fructificará, sobre todo si va unida al ejemplo. Tenga por tanto la bondad de comunicarme su parecer sobre este asunto y yo pondré todo el cuidado e interés posible... EMILIANO MANACORDA El 14 de octubre, viernes, don Bosco fue a saludar al Obispo, monseñor Modesto Contratto, capuchino, y, por su expreso deseo, le presentó a sus alumnos con quienes él se entretuvo afablemente. La comida estaba preparada en el Seminario, pero el Obispo quiso en su mesa a don Bosco y a sus sacerdotes. Por la tarde, hubo una representación teatral en el gran salón del Seminario. También asistió Monseñor. Se repitió el programa de Ovada. Este día ocurrió un pequeño suceso, que nadie advirtió, pero que da una idea característica del sistema de don Bosco. Había un clérigo muy aficionado a la música, dotado de muchas cualidades, pero de carácter difícil para obedecer; don Bosco le había propuesto, tiempo atrás, para formar parte del personal destinado al colegio de Lanzo. El clérigo, que no pertenecía todavía a la Pía Sociedad, se opuso, porque no se resignaba a dejar el Oratorio. Don Bosco no se dio por ofendido y le inscribió en la lista de ((**It7.777**)) los que debían acompañarle en la excursión. Al partir de I Becchi hacia Villanova, don Bosco le invitó a acompañarlo, pero él se excusó con un pretexto. En Génova, Mornese y Ovada buscaba de mil modos poder hablarle, mas el clérigo siempre conseguía escapar, temiendo oír repetir la molesta propuesta. Por fin, cuando estaban todos los jóvenes en el palacio del Obispo, escuchando a Monseñor, de repente se encontró junto a don Bosco, el cual tomándole de la mano le dijo: (**Es7.661**))
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